Autor: Fernando Pascual
Muere
un cantante, o un escritor, o un deportista, o un científico. Homenajes,
recuerdos, comentarios en miles de páginas de Internet y en medios de
comunicación.
Muere,
por culpa de un aborto provocado, un hijo en el seno de su madre. Un aborto
rutinario, “legal”, parte del trabajo de un centro sanitario. Silencio.
Es
fácil explicar este contraste. Quien ha podido vivir y llegar a ser famoso, ha
dejado su huella en miles de corazones que lo conocieron. Quien ha estado pocas
semanas en el seno materno no tiene nombre, ni fama: apenas unos pocos saben de
su existencia.
El
silencio ante las muertes de los hijos abortados interpela la conciencia de
aquellos que aman la justicia. No puede ser sano un mundo que mira sólo a los
famosos y olvida a los más pequeños e indefensos entre los seres humanos.
Por
eso, vale la pena cualquier esfuerzo por abrir las conciencias ante la grave
injusticia del aborto y por comprometerse en la defensa de los hijos antes de
nacer.
Ese
esfuerzo se convertirá en cercanía ante una madre en dificultad, en apoyo
durante un embarazo difícil, en cariño y cuidados para el hijo antes y después
del parto.
San
Juan Pablo II, y tantos miles y miles de hombres y mujeres del planeta,
trabajaron para romper el silencio ante la muerte de millones de hijos en el
seno de sus madres. El esfuerzo de esos gigantes de la justicia y del amor será
coronado cuando el mundo empiece a denunciar la terrible tragedia del aborto y
cuando apoye y defienda con entusiasmo la vida de los hijos antes de nacer.
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