Autor: Álvaro Correa
Cuando escuchamos el nombre de Pitágoras viene a nuestra memoria la
definición de su famoso teorema: En un triángulo rectángulo “la suma de los
cuadrados de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa”.
Ahora bien, sabemos que Pitágoras, además de ser considerado como el primer
matemático puro, fue también filósofo, astrólogo y músico. Se le atribuyen
muchas enseñanzas y una de ellas va dirigida a los padres de familia. Decía:
“Educad a los niños y no será necesario castigar a los hombres”.
Ojalá hubiera sido posible conservar la explicación que daba el sabio,
porque, aunque hayan corrido varios siglos, sabemos que la tarea de educar a
los niños de ayer sigue siendo igual de noble y exigente para los de hoy.
Un gran desafío en la educación de los niños es armonizar adecuadamente la
debida exigencia con la tendencia natural a concederles un cariño complaciente.
En este sentido, todos los padres desean que sus hijos adquieran un correcto
comportamiento, pero algunos pecan por exceso y otros por defecto en la dosis
de exigencia y de cariño.
Una pista que se les podría sugerir es que tengan presentes dos puntos:
1º Verse reflejados en los niños y ponerse en su lugar para intuir qué
sería lo más formativo y correcto para ellos, en un determinado momento, y no
simplemente lo más agradable y entretenido.
2º Proyectar la mirada varios años por delante para prefigurar las
consecuencias que podría tener en el futuro la conducta que permitan hoy.
Los ejemplos para darse una mejor idea de esto podrían ser incontables,
basta ver lo que pasa a nuestro alrededor.
Seguramente inspira seguridad ver a un niño que es motivado por sus padres
para que sea generoso y haga algo de provecho para ayudar a las personas
necesitadas. ¿Pero, qué podrá pasar en el futuro con un chico al que se le
conceden sus caprichos y se le arropa en su egoísmo?
Igualmente uno puede esperar que el niño de hoy llegue a ser un joven
dedicado a sus estudios en el mañana, si desde los primeros pasos se le orienta
para que dedique y respete un tiempo para sus deberes escolares dejando de lado
las distracciones (juegos electrónicos, televisión, etc.). ¿O nos tomará de
sorpresa que en la adolescencia y juventud arrastre las materias bajo la eterna
amenaza de ser suspendido siendo que desde chico no se le ayudó a corregir la
consideración de sus estudios como una atadura que le impedía divertirse con
los amigos?
En fin, como dice cierta expresión, “hay mucha tela que cortar”. Lo
importante es que asumamos con enorme entusiasmo y esperanza la educación de
los niños. Sus primeros años pasan volando y son de hermosa siembra que hemos
de aprovechar para abrirles el camino de su realización en este mundo y de la
conquista de su dicha eterna.
Parafraseando, con el debido respeto, a Pitágoras podríamos ampliar su proverbio diciendo: “Eduquemos bien a los niños para que, cuando ellos sean hombres, lleguen a ser óptimos educadores”.
(DESDE EL BLOG, ¡Feliz Navidad a todos los que accedan a la página en estos días!)
Parafraseando, con el debido respeto, a Pitágoras podríamos ampliar su proverbio diciendo: “Eduquemos bien a los niños para que, cuando ellos sean hombres, lleguen a ser óptimos educadores”.
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