8 de enero de 2018

Tirar el lastre

Autor: Álvaro Correa

Llamamos “lastre” a la piedra de mala calidad, así como al cúmulo de lajas rotas y esparcidas por la superficie de una cantera. Suele utilizarse para dar estabilidad a una nave o para permitir a los globos aerostáticos que asciendan o desciendan de altitud según se precise.

Se trata, por tanto, de un peso que detiene, pero del cual se puede prescindir cuando ya no resulte útil.

Ha sido fácil aplicar la imagen de esta realidad a personas o instituciones que, por su inmadurez, impiden avanzar, traban las relaciones, molestan por su actitud, ponen trabas a un proyecto, etc. Serían, pues, un “lastre”.


Ahora bien, aunque es menos común, también la imagen se aplica a nivel personal. Es decir, a la necesidad que tenemos como personas, como cristianos, de liberarnos de tantos pesos, de tanto “lastre”, que llevamos dentro.

Dígase de apegos mundanos, de vicios adquiridos, de rencores y envidias, de actitudes incorrectas, etc. Llegan a ser, de hecho, un impedimento del que necesitamos librarnos si queremos ascender a lo alto de la virtud y de la dignidad propia de los hijos de Dios.

Ciertamente, esto no resulta tan fácil como arrojar una bolsita de piedras al suelo para que suba un globo de colores… Nuestro “lastre” es algo vivo, es un modo de ser nuestro que fatigamos para corregir de un día a otro.

Necesitamos paciencia, voluntad firme, mucha oración y abundante gracia de Dios. Es hermoso que, conforme logramos ser más libres de sobrepesos internos, se amplía y colorea el horizonte de la vida.


Sí, es como subir más alto en un globo aerostático. El cielo parece a la mano…

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