Autor:
Fernando Pascual
Fuente: Forumlibertas
Hay
silencios que hablan porque muchos callan. Por ejemplo, cuando miles de
personas no pueden o no quieren ver ciertos aspectos de la realidad.
Eso
ocurre cuando se protesta contra unos despidos y se guarda silencio ante
contratos injustos.
O
cuando la prensa grita contra la agresión a una persona de ciertas tendencias
mientras guarda silencio por los abortos orientados a eliminar a los niños con
síndrome de Down.
O
cuando los políticos dicen defender el derecho de los débiles mientras permiten
que se escandalice a los niños con programas de deseducación sexual.
O
cuando unos padres de familia corrigen al hijo porque quiere comer con las
manos sucias mientras luego le dejan ver películas llenas de violencia.
O
cuando un educador está más preocupado por corregir un error en matemáticas y
no dice nada ante los insultos de unos alumnos a un compañero.
O
cuando un escritor ridiculiza y exagera los desmanes de algunos cruzados
mientras omite por completo cualquier alusión a los crímenes de algunos
musulmanes.
O
cuando grupos de presión exaltan la libertad de prensa mientras guardan un
silencio cómplice cuando se busca prohibir propaganda para ayudar a las mujeres
a no abortar.
O
cuando se insiste continuamente sobre escándalos de sacerdotes y una extraña
oscuridad envuelve los escándalos de otras categorías.
O
cuando en una guerra se amplifican las “noticias” generadas a favor de un bando
y se omite cualquier alusión a las víctimas y sufrimientos de los del otro
bando.
Sí:
hay silencios que hablan, en un mundo donde abundan las palabras sobre ciertos
temas y donde otros temas parecen casi sepultados en una ignorancia cómplice o
perezosa.
Esos
silencios, por desgracia, no hacen nada por erradicar grandes injusticias de
nuestro mundo ni permiten comprender correctamente el pasado o el presente.
Por
eso, frente a tantos silencios que describen la apatía, la indiferencia o la
deformación de sociedades arbitrarias en sus inclusiones y en sus exclusiones, hacen
falta voces que griten lo que muchos desean ocultar pero merece ser conocido.
Para
contrarrestar tantos silencios que hablan, necesitamos hombres y mujeres que
defiendan a los hijos antes de nacer, a los ancianos abandonados, a los niños
con alguna diferencia genética, a los hambrientos y perseguidos injustamente.
Esas
voces ayudarán a ver un poco mejor los rostros y las historias de los olvidados
y perseguidos, y a trabajar para que sus derechos básicos sean respetados en un
mundo que deseamos más acogedor, sobre todo respecto de los más débiles y
abandonados.
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