Autor: Fernando Pascual
Uno de los principales
esfuerzos de quienes desean manipular a la gente es ocultar verdades que
consideran contrarias a sus intereses y difundir al máximo las propias ideas.
Ese esfuerzo caracteriza a
muchos dictadores, que instauran férreos sistemas de control de los medios
informativos en todas sus formas.
Pero también ese esfuerzo
puede darse en sistemas que se consideran democráticos, por ejemplo, cuando
políticos presionan de modo sofisticado a quienes dicen verdades que dañarían
los intereses de quienes controlan el poder.
Tales presiones tienen
diversas modalidades. Una, económica: asfixiar a los medios informativos “enemigos”
y apoyar, de modos más o menos sofisticados, a los medios afines a los
dirigentes o a algún grupo de poder.
Otras presiones se basan en
descalificaciones públicas e intervenciones judiciarias para declarar como
bulos, “fake news”, calumnias y otros adjetivos a todas aquellas informaciones,
también las verdaderas, que critiquen a los gobernantes y líderes que dominan
la vida social.
Existen otras formas. Una,
curiosa pero eficaz, consiste en elaborar encuestas con preguntas claramente
orientadas a favor de lo que desean los manipuladores que tienen el poder, de
forma que muchas respuestas “positivas” sirvan como aval a decisiones
interesadas y, en ocasiones, dañinas.
Este tipo de comportamientos,
y otros más o menos sofisticados (“hay que regular internet, hay que evitar
bulos en las redes sociales...”), tiene un motivo muy sencillo: lo que más
temen los dictadores y grupos de poder es el acceso de la gente a la verdad.
Esa verdad, por ejemplo, puede
desvelar los enormes errores de ciertas decisiones económicas que han
favorecido a bancos concretos y han dañado a miles de inversores inocentes. O
que han llevado a la difusión de una enfermedad infecciosa que luego provoca
miles y miles de muertes (ocultadas de modo sutil por los manipuladores).
Frente a quienes recurren a
diversas formas de censura para afianzar su poder y para neutralizar cualquier
crítica que pueda desvelar sus errores, los hombres y mujeres de bien
defenderán, con sencillez y con valentía, la verdad.
Quizá sean perseguidos,
amordazados, marginados, incluso denunciados con adjetivos altisonantes (“extrema
derecha”, “enemigos del pueblo”, “esclavos del capitalismo”...), pero sus
ejemplos alentarán a otros a levantar la voz y a buscar, desde verdades
valientes, que la gente pida un juicio justo y, donde corresponda, un castigo
ejemplar, a quienes promueven cualquier tipo de manipulación.
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