Autor: Fernando Pascual
La memoria trabaja continuamente. Con ella guardamos una enorme cantidad de números, rostros, frases, lugares, hechos del pasado, poesías y escenas de películas.
Gracias a la memoria, conservamos lo que luego está a nuestra disposición, para hablar con palabras justas, para aportar una información de interés, para ofrecer a otros datos que hemos aprendido.
Por eso, no podemos dejar a un lado la memoria, ni menospreciarla, ni criticarla. En ese sentido, es extraño el esfuerzo de algunos por marginar, incluso por criticar, el papel de la memoria en la escuela.
Los niños, los jóvenes, los adultos, continuamente guardan en la memoria una cantidad enorme de datos y de impresiones de todo tipo.
Es cierto que luego mucho queda olvidado, en el sentido de que nos cuesta evocar ciertos datos, aunque estén en algún rincón de nuestra mente, según un modo de expresarnos que ya se encuentra en Platón o en san Agustín.
Pero también es cierto que sin memoria no podríamos usar un lenguaje común, ni teclear el comando correcto en la computadora, ni llamar al amigo que nos pidió una ayuda para su trabajo.
Enseñar, entonces, incluye siempre un momento de memorización. Habrá técnicas mejores o peores, pero lo importante es ver cuáles resulten eficaces para que en seguida sepamos responder o usar el dato que nos interesa para esta actividad concreta.
La existencia de Internet y de “memorias digitales” que superan casi infinitamente nuestra capacidad memorística no eliminan la importancia de memorizar.
Porque, aunque parezca algo obvio, no buscaríamos un dato en Internet o en la computadora si antes no hubiésemos recordado qué dato buscamos, dónde buscarlo, y tengamos la suficiente inteligencia para identificar cuándo lo hemos realmente encontrado (y eso supone también tener memoria).
En un mundo de prisas, ante estímulos que nos distraen continuamente, vale la pena fomentar esa disciplina clásica (es decir, eterna) que ayer, hoy, y siempre, permita que aprendamos y memoricemos miles de informaciones útiles.
Serán esas informaciones las que nos ayudan en el camino de la vida terrena hacia la meta que da sentido a todo esfuerzo humano por saber y por actuar: el encuentro con Dios, que nos mira y nos “recuerda” con un amor eterno...
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