28 de julio de 2014

Iglesia y ley natural



Autor: Fernando Pascual

¿Por qué la Iglesia habla sobre la “ley natural”? ¿Qué mueve al Papa y a los obispos a recurrir a una doctrina que según algunos estaría “superada”?

Rechazan la noción de ley natural quienes no la comprenden de modo correcto. Porque todos podemos reconocer que existen normas morales que valen siempre y en todas partes, más allá de los avatares de la historia, de las diferencias culturales, de las ideologías, de la prepotencia de los poderosos, del relativismo. El conjunto de esas normas morales forma lo que entendemos como “ley natural”.


De nuevo, ¿qué mueve a la Iglesia a hablar sobre este tema? Un documento de la Comisión Teológica Internacional, titulado “En busca de una ética universal: nueva mirada sobre la ley natural” y publicado en mayo de 2009, recuerda cuatro contextos que hacen necesario tocar este argumento (en el número 35).

En primer lugar, existe una poderosa corriente ideológica que considera que la racionalidad vale sólo para el ámbito de las ciencias positivas, mientras que la ética queda abandonada al ámbito de lo subjetivo, por lo que es vista en clave relativista.

Frente a esta corriente ideológica, la Iglesia defiende que todos los hombres tienen una capacidad natural para descubrir, con la razón, las normas fundamentales que orientan la vida ética. Sólo así resulta posible reconocer un fundamento sólido para los derechos humanos y poner las bases para un fecundo diálogo intercultural e interreligioso.

En segundo lugar, el documento habla del peligro del individualismo relativista, según el cual la sociedad sería simplemente el resultado de un contrato en el cual cada uno busca sus propios intereses.

Frente a esta tendencia, la Iglesia propone la necesidad de reconocer la existencia de normas fundamentales para la vida política. De modo especial, la Iglesia recuerda que la democracia depende intrínsecamente de valores éticos estables, que nacen de la ley natural y que no pueden quedan a merced de los cambios de parlamentos ni de las votaciones populares.

En tercer lugar, “frente a un laicismo agresivo que quiere excluir a los creyentes del debate público”, la Iglesia hace ver que los católicos, cuando intervienen en argumentos que se refieren a la ley natural (por ejemplo: la defensa de los oprimidos en sus derechos, la petición de justicia en las relaciones internacionales, la tutela de la vida y la familia, etc.), no están imponiendo ideas religiosas, sino simplemente principios que cualquier ciudadano debe hacer suyos para promover una sociedad auténticamente justa.

En cuarto lugar, frente a quienes buscan usar el poder de modo arbitrario e injusto, incluso totalitario, por medio de ideologías erróneas o desde una visión falsa como la que presenta el positivismo jurídico, la Iglesia “recuerda que las leyes civiles no obligan en conciencia cuando van contra la ley natural”. Pide, además, que se reconozca el derecho a la objeción de conciencia; y recuerda el deber que existe de desobedecer leyes injustas, porque existe una ley superior que vale más que las leyes de los hombres.

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