Autor: Fernando Pascual
Casi se ha convertido en una
rutina. Tras la manifestación, los organizadores dan una cifra, las autoridades
locales otra, la policía otra, los partidos otras, los medios de comunicación
otras. Al final algunos quedan contentos con los resultados y con las cifras,
otros enfadados, y muchos confundidos.
Las guerras de cifras tiene
varios motivos. El primero es muy sencillo: los organizadores creen que si
participan más personas a su manifestación quedaría demostrado que “la gente”
(o la mayoría) apoya sus peticiones, sus ideas, sus propuestas. Al revés, los
enemigos de la manifestación suponen que si son pocas (o si se dice que son
pocas) las personas que participen en la misma, resultaría evidente que el
pueblo (la mayoría del pueblo, al menos) no apoyaría a los convocantes, sino a
quienes piensan lo contrario.
Este motivo se basa en otro,
muy relacionado con el anterior: suponer que una idea vale más, es mejor, si es
apoyada por muchos; y que una idea vale menos, es peor, si cuenta con menos
apoyos.
Hay un fondo de verdad en
este presupuesto: lo verdadero atrae a la gente, gusta y genera consenso. Pero
en la vida concreta, en la situación cultural en la que viven algunos pueblos,
ocurre muchas veces que los prejuicios dominan, que las ideologías engañan a la gente. Por eso es
posible que una multitud apoye, defienda y grite a favor de una idea falsa,
como también es posible que un grupo pequeño de manifestantes defienda y luche
por algo verdadero y bueno.
En otras palabras, la verdad
o la mentira de una propuesta no depende del número de personas que la apoyen. Sócrates,
en ese sentido, conserva toda su actualidad: los aplausos no deciden quién
tiene la razón en un debate. Lo que importa son los argumentos basados en la
verdad y capaces de generar convicciones correctas.
Hay un tercer motivo, unido a
los anteriores, que explica la “guerra de cifras” tras las manifestaciones:
aceptar como principio que “todos mienten” a la hora de dar cifras. Entonces,
algunos optan también por mentir, por vivir según lo que “todos hacen”. Entran
en la lucha de cifras como los demás: dan números falsos (agrandados o
disminuidos) para ver si el dato favorable al propio grupo (a los que apoyaron
la manifestación, a los que se opusieron a ella) logra “imponerse” sobre el
dato defendido por los otros.
Este modo de actuar muestra
bajeza humana y daña enormemente la vida social: nunca se debe mentir, ni
siquiera para apoyar ideas buenas que hayan sido defendidas por una
manifestación, o para atacar ideas malas enarboladas por otra manifestación.
Alguien dirá que no
corresponde a los periodistas ir a contar cuántas personas van a una
manifestación, pues técnicamente hay multitudes que son difícilmente
cuantificables. Pero sí corresponde a los periodistas, a los organizadores, a
la sociedad entera, rechazar cualquier mentira (orientada a rebajar números o a
engordarlos), y buscar modos serios para cuantificar lo cuantificable. ¿Es que
todavía no existen métodos “científicos” para decir cuánta gente participa en
un acto público?
Pero, más a fondo,
periodistas y gente de a pie, partidos y asociaciones, pueden dejar de lado las
guerras de cifras para ir a lo esencial: al valor de las ideas, a la bondad (o
malicia) de las propuestas.
Existe un dicho por ahí que
dice: hay quien tiene la razón, pero la pierde. El dicho es inexacto, pues 2+2 son
siempre 4, aunque alguien defienda esa verdad de malas maneras. Pero también
encierra una idea válida: luchar por una idea buena y justa no otorga ninguna
patente para mentir, como tampoco es correcto mentir para combatir una idea
mala.
Parece un sueño pensar que
algún día terminarán las guerras de cifras, porque ello implica superar
aquellas actitudes que provocan esas guerras. Parece un sueño, pero es posible.
Para ello, es urgente
erradicar prejuicios y mentalidades dañinas, basadas en la falsa idea de que la
“verdad” depende de los números, y en la actitud que lleva a mentir para
defender la propia bandera. Entonces será posible, de modo honesto, confrontar
las diversas posiciones para encontrar aquellas verdades que permiten construir
sociedades justas y buenas.
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