Autor: Celso Julio da Silva
La inserción en los Ejercicios
Espirituales de San Ignacio de Loyola implica depararnos precisamente con la
primera etapa titulada: principio y fundamento.
Para ordenar la propia vida de cara a
Dios, el alma pide la gracia de volver la mirada del corazón al “principio” y
de construir la propia existencia sobre el “sólido fundamento” que es
Jesucristo.
Dentro del marco de la primera etapa es
crucial reconocer también la primacía de Dios, quien nos permite valorar la
belleza de todas las creaturas con la famosa regla ignaciana: “tanto cuanto”.
No es indiferente captar o no la
trascendencia de esta primera etapa. Por ello, una hermosa imagen de San
Alberto Hurtado acaba de atisbar la carrera de mi pluma y con certeza nos
ayudará a comprender lo que quizá nuestra imaginación todavía no es capaz de
remozar. El santo dice que “la vida del hombre es como una flecha lanzada hacia
la eternidad”.
En primer lugar, la flecha no se lanza
sola, es lanzada. Con esto el santo chileno nos recuerda que somos flechas
arrojadas por Dios y que su sueño es que lleguemos al cielo. No nos creamos a
nosotros mismos, sino que fuimos creados y cada día nos dirigimos hacia el
destino que Dios sueña para nosotros.
En segundo lugar, la flecha, al horadar
el viento, se desprende de él, pero sin dejarlo a un lado, ya que sin él no
llegaría al blanco. Nosotros convivimos con tantas creaturas que existen entre
nosotros y Dios, y a la vez debemos desprendernos de todas ellas para alcanzar
nuestra meta. Sin embargo, no se trata de prescindir tajantemente de las
creaturas, puesto que el mismo Dios, la Bondad Suprema, vio que eran buenas
desde el inicio. Se trata, más bien, de que nos ayuden “tanto cuanto” a llegar
al Creador de todas ellas: Dios Nuestro Señor.
Iluminados por estas maravillas que nos
regala el pensamiento orante de los santos, seamos a partir de ahora flechas
que aman y obedecen el sueño de Dios sobre nosotros y que, en Él, amemos todas las
creaturas, sin apegarnos a ninguna de ellas.
1 comentario:
Muy lindo artículo, hermano Celso. Le felicito por la claridad y profundidad al mismo tiempo. Siga poniendo sus talentos al servicio de sus hermanos, los hombres y mujeres.
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