Autor:
Fernando Pascual
La
caricatura resalta unos aspectos y deja en la sombra otros. Deforma
deliberadamente. Provoca una sensación de ridículo. Abre espacios a la risa, a
la crítica, a la compasión o al desprecio.
El
método de caricaturizar gusta a los amigos de las críticas. Con pocas
pinceladas crean un fantasma fácilmente vulnerable. Describen a una persona con
comportamientos extraños o negativos. Luego, las flechas están listas: el
fantasma puede ser herido fácilmente por su alta vulnerabilidad.
Sin
embargo, las caricaturas no permiten conocen realmente lo que hay en un corazón
humano. Aquel personaje, pintado como un avaro miserable, tiene un fondo bueno
y lucha cada día por ser generoso. Aquel otro, que es presentado como una
especie de “lengua de serpiente”, también tiene momentos de arrepentimiento y
busca defender a seres inocentes. El de más allá, que vive subyugado por el
alcoholismo, encuentra momentos durante la semana para ir a visitar enfermos.
El
ser humano es siempre mucho más grande y más misterioso que las caricaturas que
podamos elaborar sobre su vida, su psicología, sus acciones. En cada uno hay un
tesoro de libertad y unas inmensas posibilidades de cambio. Más allá de las
etiquetas, de los estereotipos, de las elaboraciones irónicas, vibra un corazón
que busca menos críticas y más afecto para salir adelante.
Mientras
algunos disfrutan al construir fantasmas y divulgar caricaturas parciales y
engañosas de hombres y mujeres de nuestro tiempo, hay otros que saben ver más
allá de las críticas baratas o incluso de los defectos reales.
Desde
la mirada de un afecto sincero y de una comprensión justa y equilibrada, es
posible asomarnos a la belleza de un alma, que vale tanto que hasta Dios mismo
le dio la existencia y quiso ofrecerle la salvación con la muerte de Cristo en
el Calvario...
No hay comentarios:
Publicar un comentario