Autor:
Fernando Pascual
Fuente:
Forumlibertas
Los
numerosos debates sobre el aborto no pueden dejar de lado la pregunta más
importante: ¿qué valor tiene la vida del hijo en el seno materno?
Porque
si ese hijo no tiene un valor durante los meses del embarazo, desde que inicia
a existir hasta el momento del parto, entonces el aborto contaría a su favor
con un argumento formidable.
Pero
si ese hijo vale por sí mismo, lo amen o no lo amen quienes tienen alguna
relación con él (empezando por su misma madre, y sin olvidar al padre),
entonces el aborto supone siempre un ataque directo a su dignidad.
Por
eso, todas las discusiones sobre el aborto no pueden dejar de lado este punto
central: ¿tiene o no tiene dignidad un embrión humano, un feto mientras se
encuentra en el seno materno?
La
respuesta determinará el resto del debate. Porque si el embrión es digno en
cuanto hijo, en cuanto ser humano, nunca podrá ser visto como derecho el acto
destructivo que termina con su existencia.
Alguno
preguntará: ¿y cómo llegar a saber si es o no es digno? Ya desde hace mucho
tiempo se pensó un argumento convincente, que podemos reelaborar de la
siguiente manera: si todo ser humano es sujeto de derechos simplemente en
cuanto ser humano, y si uno empieza a existir como ser humano desde la
concepción, entonces todo embrión y feto es sujeto de derechos durante su vida
intrauterina.
Negarlo
significaría llegar a la situación anómala, en la cual un ser vivo (no podemos
negar que el embrión es un ser vivo) carecería de derechos en una etapa de su
desarrollo, y luego empezaría a adquirirlos con el paso del tiempo, mientras
crece y es aceptado por otros individuos. Admitir este tipo de razonamientos
lleva a la gran paradoja de hacer depender los derechos a circunstancias (como
el paso del tiempo, el tamaño, las opiniones ajenas), cuando en realidad los
derechos son propios de un individuo siempre.
El
problema al centro de las leyes abortistas radica precisamente en negar el
derecho a la vida de los hijos mientras son más pequeños y tienen menos semanas
de vida, y en admitir tal derecho a partir de un plazo de tiempo que varía
según los distintos países. Y varía precisamente porque toda ley del aborto que
suponga “plazos” (hasta tal semana uno puede ser eliminado, después ya no) se
construye sobre presupuestos arbitrarios y cambiantes.
El
mundo moderno necesita abrir los ojos ante este tema y dar un paso valiente que
lleve al reconocimiento y tutela de los derechos de los más pequeños entre los
seres humanos: los hijos durante los meses del embarazo, sin olvidar la
situación dramática de miles y miles de hijos que empiezan a existir, de un
modo anómalo y lleno de insidias, en los numerosos centros que practican la
fecundación en vitro.
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