Autor: Bosco
Aguirre
Los defensores del
aborto buscan dar amplia publicidad a casos dramáticos. Una niña violada que
empieza el embarazo, una madre pobre que ve en el aborto la “solución” a su miseria,
una familia que no se siente capaz de acoger a un feto que nacerá con graves
defectos físicos...
Los casos son
lanzados a los medios de comunicación y, en no pocas ocasiones, son llevados a
los juzgados. Un equipo de abogados, propagandistas y personas que se
autodeclaran “defensoras” de los derechos humanos o de los derechos de la
mujer, actúan con gran habilidad para conseguir el aborto. Con urgencia, porque
el hijo puede nacer durante los trámites. Y si nace, piensan, ya no podemos
hacer nada para solucionar el drama. Aunque no faltará quien promueva, después
del nacimiento de un niño que “no debería” haber nacido, el “derecho” al
infanticidio...
Además, nos
encontramos con personas que, cuando no se ha conseguido que la niña o la mujer
abortasen, inician causas legales para “resarcir” y “compensar” económicamente
a quienes fueron privados del “derecho” al aborto.
Es correcto pedir
resarcimiento y compensaciones cuando alguien (un médico, un juez) ha provocado
daños en la salud y en la vida de las personas. Pero, ¿es correcto pedir una
compensación porque “nació” un hijo que algunas personas no querían que
naciese?
Ante situaciones
dramáticas como las mencionadas antes, el aborto no es nunca una solución, sino
una injusticia dentro de las ya enormes injusticias de nuestro mundo.
Pensemos en los
casos de niñas violadas que inician el embarazo: no habría que obligarlas o
instigarlas a abortar, porque en su seno hay una vida humana que merece respeto
y protección. Las niñas-madres necesitan ser ayudadas médica y psicológicamente
para llevar adelante el embarazo y para recuperar, en la medida de lo posible,
el camino de su desarrollo humano y social. Los jueces, por lo tanto, nunca
deberían autorizar el aborto en esos casos; lo que sí deberían hacer es buscar,
juzgar y castigar a quienes han violado y han herido profundamente a esas niñas,
aunque sean familiares muy cercanos.
Respecto a los
casos de familias o mujeres pobres, el aborto tampoco es solución. Cuando
inicia un embarazo en situaciones de miseria hay que promover ayudas económicas
y asistencia sanitaria, no abortos “seguros” que acaban injustamente con la
vida de los hijos sin eliminar la pobreza de sus madres.
Y algo parecido
podemos decir respecto de los embarazos peligrosos para la salud de la madre, o
de aquellos otros en los que se descubre que el hijo nacerá con graves
problemas físicos. La medicina verdadera proveerá a ayudar a quienes viven en
estas situaciones difíciles, y evitará cualquier acto que implique daños tanto
para la madre como para el hijo.
El nacimiento de
un hijo no es nunca un daño que debe ser resarcido, sino una invitación al
amor. Es injusto buscar vías legales o sentencias judiciales para eliminar a
embriones y fetos que viven en situaciones dramáticas. Es justo tratar a cada
hijo y a cada madre con todo el respeto y la atención médica que merecen, sobre
todo si la concepción y el embarazo resultan difíciles y, por lo mismo,
necesitan de una especial asistencia y del apoyo por parte de toda la sociedad.
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