Autor:
Fernando Pascual
Un
profesor, o un periodista, o un político, afirman que defender esto o aquello
es “ir en contra de la historia”. ¿Qué significa eso?
Desde
luego, quienes usen esa fórmula dirán cómo la entienden. Pero en la misma se
esconden aspectos que merecen ser reflexionados.
El
primero consiste en pensar la historia como algo que va en un sentido más o
menos concreto, cuando la realidad es que la historia se mueve de maneras
imprevistas, con saltos y sorpresas insospechadas.
El
segundo aspecto consistiría en distinguir entre opciones que van en el sentido
de la historia y otras que van en contra. Lo cual es sumamente extraño. ¿Por
qué?
La
historia simplemente constata lo que ocurre, y lo que ocurre depende de
múltiples factores. Uno de los más sorprendentes radica en la libertad humana,
con la que se pueden escoger opciones contrapuestas.
Es
cierto que en una guerra “moderna” quien opta por usar flechas parecería ir “contra
la historia”, pues poco podrá conseguir frente a quienes tienen cañones,
ametralladoras y misiles. Pero también es cierto que todavía hoy existen
poblados humanos que usan las flechas y no por ello van “contra la historia”.
Simplemente, viven con tecnología diferente y según otros parámetros...
Un
historiador constatará que este pueblo fue derrotado por haber escogido armas
anticuadas. Lo que no puede hacer es decir que una opción por esas armas va “contra
la historia”. A lo sumo, va contra el buen sentido y contra la prudencia que
evalúa si con flechas puedo vencer a quienes usan armas atómicas...
Algo
parecido se puede decir con las fuentes de energía. ¿Resultaría correcto decir
que van “contra la historia” los grupos que promueven el cierre de las
centrales nucleares? No van contra la historia: simplemente prefieren otras
maneras de obtener energía, por motivos de mayor o menor seriedad.
La
expresión “ir en contra de la historia”, expresa, hay que reconocerlo, la
sorpresa de ver que algunas personas optan por modos de pensar y de vivir que
para otros estarían “superados”. Pero precisamente en la inmensa apertura de la
mente humana es posible no solo añorar, sino también acoger y repetir
tecnologías e ideas de otros tiempos, algunas que nunca pasan y otras que
ofrecen perspectivas interesantes también en un tiempo tan tecnológico como el
nuestro...
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