Autor: Álvaro Correa
Es una fortuna tener en casa o entre los amigos a personas simpáticas que
desbordan de imaginación y buen humor. Ellas nos ayudan a concretar esa
sentencia célebre del filósofo Sócrates: “La alegría del alma forma los bellos
días de la vida”.
Nos sentimos a gusto de estar junto a estas personas porque son como los
globos aerostáticos que nos elevan sobre las dificultades en virtud de esa
suavidad y ligereza de su ser.
Estas personas nos enseñan a tirar la zaborra de nuestras preocupaciones
excesivas para poder volar y para cambiar, desde lo alto, la dimensión de las
cosas y la perspectiva de nuestras actitudes.