Autor: Álvaro Correa
Nos estimula conocer personas que viven
en plenitud cada minuto de sus días. Parecen relojes suizos cumpliendo sus
agendas y, sin embargo, nadie mejor que ellas son disponibles para cualquier
eventualidad.
Sus descansos son claramente una pausa
para recomenzar con mayor brío. El “no tengo nada que hacer” les suena a
herejía, pues brilla ante sus ojos el destino eterno de sus vidas y, por
consiguiente, no se permiten la omisión de huecos irresponsables en el
aprovechamiento del tiempo, y no de manera alocada, sino sobre un binario bien
madurado y definido.