27 de marzo de 2017

Imaginación y buen humor

Autor: Álvaro Correa

Es una fortuna tener en casa o entre los amigos a personas simpáticas que desbordan de imaginación y buen humor. Ellas nos ayudan a concretar esa sentencia célebre del filósofo Sócrates: “La alegría del alma forma los bellos días de la vida”.

Nos sentimos a gusto de estar junto a estas personas porque son como los globos aerostáticos que nos elevan sobre las dificultades en virtud de esa suavidad y ligereza de su ser.

Estas personas nos enseñan a tirar la zaborra de nuestras preocupaciones excesivas para poder volar y para cambiar, desde lo alto, la dimensión de las cosas y la perspectiva de nuestras actitudes.


Y no es que ellas estén privadas de dificultades, sino que saben aplicarse el proverbio chino que dice: “No puedes evitar que los pájaros de la tristeza vuelen sobre ti, pero debes evitar que aniden en tu cabello”.

Este buen humor y esta imaginación desbordante deben, sin embargo, hundir raíces profundas en la dignidad personal y, más aún, en aquella que la Trinidad Santísima nos concedió el día de nuestro Bautismo.

“Agnosce, o Christiane, dignitatem tuam” – San León Magno (Conoce, oh cristiano, tu dignidad).

El buen humor deja de serlo cuando no es más que una burla camuflada o majaderías envueltas en risas vacías. El buen humor nace de un corazón alegre y generoso.


Cuanto más limpio y rico sea ese corazón, mejor humor gozaremos. Ojalá que tú y yo seamos esas personas “lindas”.

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