Autor: Alejandro Martín del Campo
Cuando Dios mueve sus piezas, hay que contener el aliento. Una mirada a la historia de la salvación iluminará “la jugada divina”.
A Abraham, un hombre como tantos, Dios le consagra padre de la fe ante un acto de obediencia. Jonás, el profeta rebelde, después de su desobediencia, aprende la lección para cumplir su misión: “Anuncia mi noticia”.
La actuación de Dios sólo en pocas ocasiones es “presencial”. La mayoría de las veces obra a través de estos hombres que son sus ojos, manos y pies. ¿Y quiénes son éstos? Se trata de hombres con un anhelo infinito de felicidad, pues su corazón inquieto no puede saciar con el mundo sus deseos insondables. Son, ante todo, hombres libres sin las cadenas del temor. Por eso ofrecen su vida en manos de quien no defrauda.