Autor: Fernando Pascual
En los debates ocurre de todo: aplausos, aburrimiento, emoción, apatía, buen humor o críticas amargas.
Pero en pocos debates, muy pocos, quizá en ninguno, ocurre que un expositor dice al otro: “Me has convencido. Estaba equivocado pero ahora veo claramente que tú decías la verdad”.
Lo que sí suele ocurrir en muchos debates es que los dos se autoproclamen “vencedores”. Repiten, tras la contienda verbal, que sus argumentos eran mejores, que el otro no supo responder a las objeciones, que la gente notó la propia superioridad y lo hizo ver en los aplausos, en las llamadas por teléfono o en internet...
En realidad, sólo hay un tipo de victoria auténtica en un debate: cuando la discusión termina en el reconocimiento de la verdad. Si eso ocurre, uno de los expositores habrá dejado su punto de vista para adherirse a la verdad expuesta por el “contrincante”. O, lo cual también es posible, los dos descubrirán que estaban equivocados y que había una verdad que hasta ese momento no conocían y que llegaron a descubrir gracias al diálogo.