Autor: Fernando Pascual
En el corazón de todo pecado
hay un veneno independentista, un anhelo de tomar la vida como algo propio, sin
ataduras a mandamientos y sin dependencias que se ven como opresoras.
Así ocurrió en el primer
pecado, el que marcó la historia de toda la humanidad. Adán y Eva desconfiaron
de Dios y escogieron el camino que fue presentado, engañosamente, como una
conquista de libertad y de realización personal.
Lo que ocurre, sin embargo, en
cada pecado, es que el deseo de independencia y libertad lleva a nuevas
esclavitudes. A la esclavitud de la mentira que viene del demonio, de las
pasiones que pierden su equilibrio, de las opiniones de un mundo alejado de
Dios.