Autor: Max Silva Abbott
El sentido común más elemental nos indica que cualquier cosa (piedras, árboles, animales o personas), por el sólo hecho de existir, posee un diseño o estructura que permite no sólo identificarlo como tal, sino también captar sus limitaciones y necesidades. Limitaciones, porque hay un cúmulo de eventos que ese ente no puede soportar o superar y significarían su destrucción (como quemar un árbol); y necesidades, porque para que se mantenga como tal, requiere de ciertas condiciones y, si además se trata de un ser vivo, de determinadas conductas.
El hombre no escapa a esta regla (sea uno creyente o no), máxime hoy, cuando muchos tienden a reducir la realidad a lo meramente físico. De hecho, no deja de ser paradójico que habiendo exacerbado actualmente nuestra corporeidad, no nos demos cuenta que por el sólo hecho de tener materia –nuestro cuerpo–, ella nos condiciona notablemente, pues necesitamos alimentarlo y protegerlo de un cúmulo de peligros. Y como además no somos autosuficientes, requerimos de nuestros semejantes (no de animales) para vivir y satisfacer nuestras necesidades.