Autor: Fernando
Pascual
Un pueblo, una comunidad humana, deja de existir cuando pierde los
vínculos de justicia, de paz, de colaboración, que servían como lazos de
unidad. Cuando deja prevalecer los intereses de alguna parte por encima del
bien común. Cuando ya no tiene el estímulo de un proyecto, de un ideal que
reúna a todos en el esfuerzo por conquistar la meta. Cuando no
recuerda por qué nació. Cuando niega sus raíces para lanzarse a aventuras
promovidas por grupos de poder que sólo desean satisfacer sus ambiciones.
Sobre todo, un pueblo deja de existir cuando promueve la destrucción de
la familia y cuando permite o fomenta el aborto como comportamiento socialmente
aceptado. Cuando no nacen hijos porque la sexualidad ha llegado a ser vista
como algo desligado de la procreación. Cuando el embarazo ha dejado de ser
una esperanza para convertirse en un problema. Cuando permite la eliminación de
embriones y fetos “enfermos” porque aprecia sólo la vida de los sanos y los
fuertes. Cuando no reconoce el valor de cada ser humano por lo que es, sino
sólo por lo que tiene, por sus “funcionalidades”.