Autor: Max Silva Abbott
Se supone que de acuerdo a la mentalidad dominante en muchos sectores, el
Estado debiera ser neutral en cuanto a lo que considera correcto, no pudiendo
imponer ninguna “visión del mundo” a sus ciudadanos y debiendo, por el
contrario, otorgar el marco jurídico para permitir que cada cual “desarrolle
libremente su personalidad”, como suele decirse, dado el politeísmo valórico
que impera en nuestras sociedades. En consecuencia, optar por alguna de las
concepciones de sus ciudadanos sería discriminatorio respecto de las restantes.
Ahora bien, al margen de la imposibilidad real de una completa neutralidad
del Estado (ya que de existir no podría tomarse prácticamente ninguna decisión,
al requerir de elecciones basadas en valoraciones), lo que hoy está ocurriendo
en muchos países dista mucho de este ideal, lo que de paso viene a demostrar su
imposibilidad.