22 de julio de 2024

¿Tenemos lo que nos merecemos?

Autor: Fernando Pascual

La frase aparece ante situaciones no siempre positivas: cada uno tiene lo que se merece. Sobre todo, se aplica a gobiernos en algunos países, a crisis económicas o sociales, a problemas más o menos serios en la vida personal o comunitaria.

Surge la pregunta: lo que ocurre, ¿es siempre consecuencia de los actos de quienes tienen que pagar los platos rotos? En otras palabras, ¿una persona, un grupo, un pueblo, tienen lo que “merecen” o a veces simplemente sufren a causa de errores de algunos, quizá una minoría muy pequeña?

La realidad es compleja, y no puede quedar encerrada en frases como la que da el título a estas líneas. Porque muchas veces un buen gobernante llega a un pueblo donde hay un nivel ético más bien bajo. Y porque también un mal gobernante alcanza el poder en sociedades caracterizadas por un nivel ético bastante elevado.

Hay ocasiones en las que los grupos dirigentes, en lo político, económico y cultural, reflejan lo positivo y lo negativo de la mayoría. En esos casos, sí valdría la famosa frase ante situaciones lamentables: cada uno tiene lo que se merece.

Pero incluso entonces, ¿hay que pensar en un sistema automático de daños que la gente se autoimpone precisamente por carecer de buenos principios y por dejarse manipular por políticos sin escrúpulos?

No resulta fácil dar con una respuesta clara. La relación entre pueblo y dirigentes, esbozada por Platón en su famosa “República”, tiene una cierta verosimilitud, pero no siempre refleja la realidad.

Más allá de la frase, valdría la pena preguntarse: ¿qué hacemos para conseguir unos políticos y unos dirigentes mejores? ¿Qué tipo de acción ciudadana permitiría un cambio profundo en los gobernantes y en las conductas de la gente para avanzar hacia formas de convivencia más justas y más eficientes?

No tiene mucho sentido, entonces, encogernos de hombros y decir “tenemos lo que nos merecemos”, con una especie de resignación que más bien esconde señales de cobardía. Porque seguramente ha llegado el momento de ponerse a trabajar, en donde humanamente sea posible, para conseguir una regeneración profunda de la política. Lo cual exige, conviene no olvidarlo, empezar con el cambio de uno mismo: ¿qué tipo de persona soy en mis relaciones diarias con quienes viven a mi lado y cómo puedo mejorar, poco o mucho si hace falta?

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