12 de octubre de 2015

Flechas hacia la eternidad



Autor: Celso Julio da Silva

La inserción en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola implica depararnos precisamente con la primera etapa titulada: principio y fundamento.

Para ordenar la propia vida de cara a Dios, el alma pide la gracia de volver la mirada del corazón al “principio” y de construir la propia existencia sobre el “sólido fundamento” que es Jesucristo.

Dentro del marco de la primera etapa es crucial reconocer también la primacía de Dios, quien nos permite valorar la belleza de todas las creaturas con la famosa regla ignaciana: “tanto cuanto”.


No es indiferente captar o no la trascendencia de esta primera etapa. Por ello, una hermosa imagen de San Alberto Hurtado acaba de atisbar la carrera de mi pluma y con certeza nos ayudará a comprender lo que quizá nuestra imaginación todavía no es capaz de remozar. El santo dice que “la vida del hombre es como una flecha lanzada hacia la eternidad”.

En primer lugar, la flecha no se lanza sola, es lanzada. Con esto el santo chileno nos recuerda que somos flechas arrojadas por Dios y que su sueño es que lleguemos al cielo. No nos creamos a nosotros mismos, sino que fuimos creados y cada día nos dirigimos hacia el destino que Dios sueña para nosotros.

En segundo lugar, la flecha, al horadar el viento, se desprende de él, pero sin dejarlo a un lado, ya que sin él no llegaría al blanco. Nosotros convivimos con tantas creaturas que existen entre nosotros y Dios, y a la vez debemos desprendernos de todas ellas para alcanzar nuestra meta. Sin embargo, no se trata de prescindir tajantemente de las creaturas, puesto que el mismo Dios, la Bondad Suprema, vio que eran buenas desde el inicio. Se trata, más bien, de que nos ayuden “tanto cuanto” a llegar al Creador de todas ellas: Dios Nuestro Señor.

Iluminados por estas maravillas que nos regala el pensamiento orante de los santos, seamos a partir de ahora flechas que aman y obedecen el sueño de Dios sobre nosotros y que, en Él, amemos todas las creaturas, sin apegarnos a ninguna de ellas.

1 comentario:

Pe Antonio Rivero dijo...

Muy lindo artículo, hermano Celso. Le felicito por la claridad y profundidad al mismo tiempo. Siga poniendo sus talentos al servicio de sus hermanos, los hombres y mujeres.