Autor:
Fernando Pascual
¿Cuáles
son las certezas del católico? ¿De dónde proceden? Podríamos resumirlas en los
artículos del Credo: un católico cree y tiene certeza sobre todo aquello que le
propone la Iglesia y que repite, conscientemente, en el Credo.
Por
eso, el católico tiene en su mente y en su corazón una seguridad que es capaz
de dirigir sus pasos y orientar toda su vida. Por desgracia, no siempre vive
como dice creer, pero si es honesto, pedirá perdón por sus pecados y buscará
caminos para que su vida corresponda a las certezas de su fe.
En
un mundo de confusión como el nuestro, el católico aporta unas certezas que no
son algo exclusivo para un grupo, sino para todos. Si Cristo ama a los hombres,
si vino para salvar a todos, las certezas del católico valen también para los
demás.
En
el diálogo interreligioso, a nivel “macro” (discusiones entre expertos y entre
líderes religiosos) y a nivel “micro” (cuando encontramos a un musulmán o un
budista en el ascensor de casa), el católico ofrece con alegría y respeto sus
certezas.
Fuera
de esas certezas, el diálogo no llega a tocar los temas fundamentales. Porque
un diálogo interreligioso en el que participe un católico debe necesariamente
abordar temas como la Encarnación de Cristo, la Divinidad de Jesús, la
Santísima Trinidad, la Redención, la Muerte y Resurrección del Señor, la
necesidad del bautismo para la salvación, etc.
Son
certezas importantes, por un motivo simple: porque vienen del mismo Dios, y
porque las ofrece para nuestra salvación. No se trata de invenciones humanas,
ni de tradiciones sometidas al desgaste del tiempo. Puesto que las certezas
católicas surgen desde Dios y están sostenidas por el Espíritu Santo, tienen
una validez universal.
Por
eso el católico necesita hablar desde una actitud humilde y llena de afecto
hacia todos, porque sus certezas vienen de un Dios bueno, que desea
entrañablemente que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento pleno
de la verdad (cf. 1Tm 2,4).
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