2 de julio de 2018

Siempre serás nuestro bebé

Autor: Álvaro Correa

Da un poco de escalofrío leer artículos médicos en los que se describen los dolores físicos más agudos que podríamos padecer. Entre otros estarían la rotura total de los ligamentos, las quemaduras graves, el cólico nefrítico, el cáncer de huesos, etc.

Ahora bien, opinan que un dolor extremo proviene de la neuralgia del trigémino. ¡Dios nos conceda el don de la salud o la fortaleza necesaria para sobrellevar la enfermedad! En todo caso, lo importante es agarrarnos bien de su mano y nunca soltarla.

Pero bien, otra cuestión sería si se pueden clasificar los dolores del alma y del corazón… Esto escapa al microscopio. Podríamos decir que cada quien sufre de manera personal y que ese dolor es incomparable e intransferible. No se puede medir.


En este sentido, al tener ciertas noticias uno piensa, ¿cuánto ha de sufrir una madre por la muerte de su bebé? Sólo ella lo sabe, sólo Dios lo sabe.

En fechas recientes, una joven madre dio a luz a un niño, en Inglaterra, pero la creaturita nació muy enferma. Se le sometió a un trasplante de hígado y a diversas intervenciones por motivo de una afección rara, pero la vida sólo le concedió nueve meses.

En verdad, sorprende la ternura y el temple anímico que manifestó la madre al comunicar este suceso. Se siente un dolor contenido por la fe, por el mismo amor y respeto hacia el bebé. Lo expresó con las siguientes palabras:

“Anoche, a las 10.09 pm, Connor Daniel McCue se quedó dormido y extendió sus alas, estaba en mis brazos y Paul también le estaba sujetando. Ayer fue un día precioso. Fue bautizado y todos nos reímos. Connor estaba muy tranquilo y cómodo en la calle, toda la tarde bajo el sol.

Ha sido el niño más grande y más valiente y estamos muy orgullosos de él. Hasta el final él fue y sigue siendo nuestro héroe. Siempre te amaremos, siempre te echaremos de menos y siempre serás nuestro bebé”.

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