Autor:
Fernando
Pascual
La vida no existe en el aire.
La vida es algo que pertenece a cada viviente. Trabajar por la vida, entonces,
es ayudar a cada hombre, a cada mujer, que de algún modo ven amenazadas su salud
o su misma existencia.
Las amenazas contra la vida
son numerosas. Violencia e injusticias provocan cada año millones de muertes.
Enfermedades y accidentes de trabajo o de otro tipo provocan en miles de
personas días o meses de sufrimiento e incluso la muerte. El aborto
cercena cada día la existencia de miles de víctimas anónimas en una estadística
interminable (y nunca del todo conocida).
Frente a tantos peligros, el “pueblo
de la vida”, como lo llamara el beato Juan Pablo II, se compromete seriamente
para una movilización general a favor del débil, del anciano, del enfermo, del
hambriento, del hijo antes de nacer.
Es cierto que nuestras
acciones pueden parecer insignificantes. Sin embargo, frente a los millones de
dólares o de euros que disponen las industrias de la muerte (clínicas
abortistas, fábricas de armas, empresas orientadas a la explotación de los
pobres), es posible dar pequeños pasos, construir diques contra el mal, tender
la mano a personas concretas que recibirán no sólo una ayuda sino, sobre todo,
cariño y justicia.
La invitación a una
movilización general a favor de la vida, lanzada por Juan Pablo II en su
encíclica “Evangelium vitae”, vale hoy como vale siempre. En todas las épocas
ha habido peligros y amenazas. Pero quizá hoy, frente al poder de armas cada
vez más sofisticadas, frente a la perversión de cientos de médicos que sirven a
la muerte en vez de ayudar a la vida, hace falta unir fuerzas.
Entonces será posible que
hombres y mujeres de buena voluntad, creyentes de distintas religiones o
incluso buscadores que no han encontrado todavía a Dios, pondrán un dique a las
fuerzas del mal. Con su compromiso, humilde pero decidido, ayudarán a quienes,
pequeños, débiles o enfermos, esperan encontrar manos amigas con las que poder
sobrevivir en un mundo en el que nadie sobra y en el que todos podemos
colaborar en la búsqueda del bien, de la verdad y de la justicia.