Autor: Fernando Pascual
Al escoger un modo ético de
vivir, los individuos y los grupos suelen adoptar dos presupuestos que merecen
ser evidenciados.
El primero consiste en aceptar
que el propio modo de vivir sea bueno. Es decir, normalmente uno sigue ciertos
criterios y reglas de comportamiento cuando supone que con ellos está viviendo
éticamente.
Pensemos, por ejemplo, en
quien decide vivir según los deseos e impulsos que surjan espontáneamente de su
corazón. Pensará que así es auténtico, libre, capaz de expresarse de modo
pleno.
Esto vale también para los
grupos. Hay sociedades del pasado, como del presente, que consideran que sus
leyes "oficiales" y las normas comunes de educación y comportamiento
son válidas, justas, benéficas.