4 de enero de 2016

Negocios y ética, ¿dos líneas paralelas?

Autor: Fernando Pascual

Las líneas paralelas no se tocan. Van hacia adelante y hacia atrás sin encontrarse nunca. Se “miran” mutuamente, a distancia, con recelo, como si no tuviesen nada que ver entre sí.

Algunos piensan que negocios y ética, que economía y valores, son líneas paralelas. Quizá están cerca, quizá se conocen mutuamente. Pero no se tocan: nunca llegan a establecer puentes y relaciones de diálogo y de colaboración.


Pensar así supone creer que los negocios coinciden con el mundo de la maldad y del “todo se puede mientras no te cojan”. Es pensar que la economía está lejos de la ética, lejos de los principios morales, lejos de los mandamientos, lejos de la justicia, lejos de la solidaridad, lejos, sobre todo, del amor. No podemos olvidar que la plenitud de la ética es el amor, y donde no hay ética no puede haber amor.

La verdadera ética, por su parte, mira a los negocios, quiere entrar en el mundo de la competición, de la lucha por el triunfo, de las leyes del mercado. Quiere dar a ese mundo difícil y complejo un sentido, una riqueza mucho más profunda. Quiere, en otras palabras, que las líneas se encuentren, que la economía sea más buena. Quiere que los empresarios, los sindicatos, los grupos bancarios, los expertos de las finanzas, no olviden que son hombres que viven para servir a otros hombres, que tienen deberes y obligaciones muy importantes para el bienestar de muchos.

La verdadera ética repite que sólo vale la pena el beneficio si es justo y promueve la justicia. Que el mercado crece auténticamente sólo si no desprecia a nadie, si no realiza trampas que humillan a los perdedores y a los vencedores, si promueve el bien común, si busca la solidaridad entre las familias, los grupos, los pueblos y naciones.

El mundo de la empresa necesita, urgentemente, una oxigenación de ética. No podemos limitarnos a valorar el éxito económico sólo según los beneficios que se obtienen.

Lo decía de modo claro y decidido el Papa Juan Pablo II: “Es posible que los balances económicos sean correctos y que al mismo tiempo los hombres, que constituyen el patrimonio más valioso de la empresa, sean humillados y ofendidos en su dignidad. Además de ser moralmente inadmisible, esto no puede menos que tener reflejos negativos para el futuro, hasta para la eficiencia económica de la empresa. En efecto, finalidad de la empresa no es simplemente la producción de beneficios, sino más bien la existencia misma de la empresa como comunidad de hombres que, de diversas maneras, buscan la satisfacción de sus necesidades fundamentales y constituyen un grupo particular al servicio de la sociedad entera. Los beneficios son un elemento regulador de la vida de la empresa, pero no el único; junto con ellos hay que considerar otros factores humanos y morales que, a largo plazo, son por lo menos igualmente esenciales para la vida de la empresa” (Juan Pablo II, carta encíclica “Centesimus annus”, n. 35).

Un poco antes, en la misma encíclica, Juan Pablo II recordaba la centralidad del hombre en la vida económica: “Por encima de la lógica de los intercambios a base de los parámetros y de sus formas justas, existe algo que es debido al hombre porque es hombre, en virtud de su eminente dignidad. Este algo debido conlleva inseparablemente la posibilidad de sobrevivir y de participar activamente en el bien común de la humanidad” (“Centesimus annus”, n. 34).

Ventilar el mundo de la economía con el aire fresco de la ética nos permitirá humanizarla, vivirla de modo más rico y más pleno. Como ya lo hacen algunos empresarios y obreros que quieren un mundo mejor y más justo. Como lo necesitan hacer tantos otros que han olvidado que el fin de toda la economía es “el bien común de la humanidad”.

Es posible, es urgente, que negocios y ética se encuentren. No son líneas paralelas. La economía necesita, especialmente en el mundo globalizado, una ética basada en la justicia y la dignidad del hombre. Quizá entonces, es cierto, alguno pierda competividad; pero ganará bienes mucho más valiosos que el dinero, al promover un mundo más solidario y más feliz.

No hay comentarios: