Autor: Max Silva Abbott
Según hemos dicho muchas veces, las ideas –buenas o malas, acertadas o
desastrosas– son lo más poderoso que existe en el ser humano, ya que si ellas
logran convencer a muchos, son capaces de transformar el mundo para adaptarlo a
esas ideas. Es cosa de ver nuestra organización política o económica para darse
cuenta de ello.
De ahí entonces que sea de vital importancia saber cuáles son las ideas que
hoy están circulando y se encuentran asentadas en grupos importantes de la
población, lo cual no impide que ellas sigan luchando por expandirse y ganar
más adeptos para su causa. Se equivocan rotundamente, pues, quienes consideran
que ellas son un tema demasiado etéreo, teórico, inútil o baladí. Por eso se ha
dicho que no hay nada más práctico que una buena teoría.
Ahora bien, dentro del cúmulo de ideas que hoy luchan por la hegemonía, el
autodenominado “progresismo” se encuentra en una auténtica lucha sin cuartel
por cambiarlo todo, al menos en Occidente, pretendiendo así dejar su impronta
profunda en nuestras sociedades en un cúmulo de materias.
Así, sólo por mencionar las más llamativas, se pretende afectar a la vida
(control de la natalidad, aborto, eutanasia, procreación artificial, manipulación
genética, hibridación, transhumanismo); la familia (intento del Estado por
sustituir a los padres en la formación de sus hijos, uniones civiles,
matrimonio homosexual con adopción incluida, “matrimonio con uno mismo”,
poligamia e incluso incesto); la ecología (consideración del ser humano como un
animal más, “derechos” de los animales, atribuirles la calidad de persona,
cambios en los hábitos alimenticios); la sexualidad (educación sexual,
anticoncepción, la ideología de género, con sus cada vez más orientaciones u
opciones sexuales –el conglomerado LGBTTTI y suma y sigue–, los derechos
sexuales y reproductivos); la libertad de conciencia y de expresión (al existir
un cúmulo de “verdades oficiales”, como las recién señaladas, contra las cuales
está vedado oponerse, so pena de ser juzgado por discriminador o intolerante) y
el gelatinoso concepto de derechos humanos (elevados a la categoría de religión
y que cada vez abarcan más y más aspiraciones, por descabelladas, injustas o
imposibles que sean).
La lista es larga y obviamente hay muchas otras materias no mencionadas
aquí. Mas lo que nos interesa recalcar, es que esta verdadera “cruzada
progresista” no tiene ninguna intención de detenerse, pues siempre abogará por
nuevos cambios, por inimaginables que sean. Se equivocan rotundamente quienes
creen que cediendo por aquí o por allá, lograrán aplacar su sed de reformas,
pues a fin de cuentas, quieren cambiarlo todo, precisamente, para hacerlo
calzar con estas ideas “progre” que buscan transformar de raíz nuestras
sociedades.
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