12 de febrero de 2018

Lutero, de católico entusiasta a hereje agresivo


Autor: Fernando Pascual

Lutero publicó en 1517 sus famosas 95 tesis sobre las indulgencias. Al año siguiente escribió un texto sorprendente para defenderse ante sus críticos y sostener la corrección de sus ideas sobre las indulgencias.

El texto lleva como título "Resolutiones disputationum de indulgentiarum virtute". Fue publicado en agosto de 1518, y estaba dedicado "al Beatísimo Padre León X, pontífice máximo".

Resulta sugestivo leer las cláusulas de la dedicatoria, que contrastan con lo que luego, con el pasar de los años, dirá Lutero sobre el Papa de Roma. En las mismas, Lutero escribe:


"Una cosa pésima, Beatísimo Padre, he oído de mí, por la que entiendo que ciertos amigos han hecho que mi nombre huela fétidamente ante ti y los tuyos, como si yo hubiera intentado amenguar la autoridad y la potestad de las llaves del sumo pontífice. Por eso me acusan de hereje, apóstata, pérfido y otros mil apelativos e ignominias. Llénanse de horror los oídos, y de estupor los ojos...

No hace mucho que empezó a predicarse entre nosotros el jubileo de las indulgencias apostólicas con tanto éxito, que sus predicadores, aterrorizando a la gente con tu nombre y pensando que todo les era lícito, osaban enseñar las cosas más impías y heréticas, con gravísimo escándalo y ludibrio de la potestad eclesiástica, como si las decretales que condenan los abusos de los cuestores no les tocasen a ellos...

Yo confieso que, movido por el celo de Cristo, según me parecía, o tal vez por el ardor juvenil que me abrasaba viendo que no estaba en mi mano hacer o decidir nada en aquel asunto, avisé privadamente a algunos prelados eclesiásticos...

Por fin publiqué una hoja disputatoria, invitando sólo a los más doctos que quisieran disputar conmigo... Este es el incendio que ha abrasado al mundo entero, según ellos se quejan, quizá porque llevan a mal que yo solo, maestro de teología por tu apostólica autoridad, tengo derecho a disputa, conforme a la costumbre de todas las universidades y de toda la Iglesia, no solamente sobre las indulgencias, sino también sobre la potestad, la remisión, la gracia divina, cosas incomparablemente mayores...

Ahora, ¿qué haré con mis tesis? Retirarlas no puedo, y veo que su divulgación suscita una espantosa odiosidad contra mí... Así que, para calmar a mis adversarios y para satisfacer al deseo de otros muchos, doy a luz estas mis fruslerías explicatorias de mis disputas; y para hacerlo con más seguridad las pongo bajo el escudo de tu nombre y la sombra de tu protección, Beatísimo Padre, por donde entenderán todos los que quieran cuán pura e ingenuamente acudo a la autoridad eclesiástica y venero el poder de las llaves...

Por lo cual, Beatísimo Padre, postrado a los pies de tu Beatitud, me ofrezco con todo cuanto soy y poseo. Vivifica, mata, llama, revoca, aprueba, reprueba; como te plazca; en tu voz reconoceré la voz de Cristo, que en ti preside y por ti habla. Si merecí la muerte, no rehúso el morir" (texto citado en Ricardo García-Villoslada, "Martín Lutero. I. El fraile hambriento de Dios", BAC, Madrid 1976, 2 ed., p. 369).

En estas líneas destaca la actitud reverente, filial, humilde, de Lutero hacia el Papa, ante quien se somete, al menos según lo escrito, de modo completo, como un buen creyente.

Lo cierto es que, al recibir del Papa una respuesta contraria a sus reflexiones, el "sumiso" Lutero reaccionó con tanta dureza y pasión que las consecuencias siguen en pie después de 5 siglos de historia.

Su rebelión contra Roma le llevó a despreciar el celibato, a criticar la misa como se celebraba en su tiempo, a oponerse a la vida monástica y al Papado. Contra el Papa, a quien en 1518 escribía tan sumisamente, dirigirá más tarde adjetivos y expresiones de desprecio. Por ejemplo, no lo considera sumo sacerdote de Dios, sino del diablo; incluso llega a llamarlo "puerco de Satanás" (cf. Ricardo García-Villoslada, "Martín Lutero. II. En lucha contra Roma", BAC, Madrid 1973, p. 65).

¿Por qué ocurrió esto? Un texto publicado por el mismo Lutero 4 años antes, en 1514, podría servir de explicación. Al comentar el Salmo 69, Lutero señala el defecto que se encuentra como raíz de las herejías: desear el mal a la Iglesia.

Estas fueron sus palabras: "Los herejes verdaderamente quieren mal a la Iglesia, porque le achacan falsedades y la fingen lodazal de vicios y perversos cristianos; y así, de un pequeño número de malos, concluyen que todos son malos. Porque ven muchas pajas en la era, afirman audazmente que todo es paja, sin un solo grano. Desean el bien para sí solos, y el mal para la Iglesia; es decir, tienen voluntad y deseo de ser estimados por buenos solamente ellos y que la Iglesia sea reputada mala en todos los demás, ya que ellos no pueden parecer buenos sino afirmando que la Iglesia es mala, falsa y mendaz" (texto citado en Ricardo García-Villoslada, "Martín Lutero. I. El fraile hambriento de Dios", BAC, Madrid 1976, 2 ed., p. 190).

Tristemente, con el pasar de los años Lutero acusó a los que permanecían fieles al Papa y a los obispos, sacerdotes y fieles que conservaban la fe recibida de los Apóstoles, de cometer una enorme cantidad de pecados y defectos. Es decir, lanzó lodo contra la Iglesia para así defender sus ideas como buenas y auténticamente cristianas.

Dirigir la mirada a lo que ocurrió a partir de las acciones de Lutero en el pasado permite descubrir cómo en tantos momentos de la historia se han dado actitudes de crítica a la Iglesia como medio para justificar las propias teorías heréticas.

Lo cual ha sido en el pasado, y sigue siendo en el presente, un pésimo servicio a la verdad. Porque si se trata de acoger y defender lo que Cristo ha dejado a los hombres a través de su Iglesia, lo único que tiene sentido es obedecer al Maestro y caminar guiados por su mensaje: "Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado" (Lc 10,16).

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