26 de febrero de 2018

Sobre las teorías


Autor: Fernando Pascual

El desprecio hacia las teorías se ha producido en muchos lugares y en épocas distintas. ¿Por qué motivos?

A veces, porque se piensa que la teoría no tiene relación con la vida. Otras veces, porque se la presenta como lejana a la realidad. O porque resulta complicada. O porque para algunos solo tiene valor lo práctico.

A pesar de las numerosas críticas, las teorías tienen un lugar inevitable en la existencia humana, a nivel personal y a nivel colectivo.

La mayoría de las decisiones están apoyadas en las teorías que uno acoge. Viven de manera muy diferente quienes aceptan que hay una vida tras la muerte y quienes piensan que no existe tal vida. Y ambas posiciones son teóricas.


Además, las teorías fundamentan el modo de organizarse de la familia (por ejemplo, al limitar el matrimonio a dos contrayentes), del Estado, de las leyes, de los parlamentos.

Igualmente, las teorías sirven para aprobar o para condenar comportamientos y decisiones de otros. Nadie puede declarar injusto un despido si antes no tiene una teoría sobre lo que es la justicia.

Incluso las críticas a las teorías, a las ideas, a los sistemas de pensamiento, a las teologías, se construyen desde presupuestos y principios, es decir, desde teorías...

Vale para las teorías el famoso dicho de Aristóteles: siempre hay que filosofar, también cuando uno quiere demostrar que la filosofía no sirve para nada, pues necesitará demostrarlo filosóficamente.

Las teorías son, por lo tanto, compañeras inseparables de nuestra existencia. Serán mejores o peores, serán más completas o parciales, serán minoritarias o muy difundidas, pero siempre estarán allí, a nuestro lado.

Por eso, si nadie puede prescindir de una teoría, vale la pena un sano esfuerzo por analizar la que uno lleva dentro de su mente y de su corazón, para purificarla de errores y para mejorarla en vistas a conducirle, eficazmente, hacia la verdad, el bien y la belleza.

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