28 de enero de 2019

Atarse al primer clavo


Autor: Álvaro Correa

Una manera simpática de describir a una persona de fácil conversación es indicando que ésta “se ata al primer clavo que encuentra”.

Apreciamos a quienes tienen ese maravilloso talento de conversar de manera natural, elegante y enriquecedora. Se trata, ciertamente, de un fruto maduro tras una formación amplia y profunda, de un bagaje cultural adquirido y de experiencia acumulada a lo largo de los años.

Todo esto es verdad. Sin embargo, un aspecto muy destacado por los especialistas de relaciones humanas es que una persona que sabe conversar es aquella que, ante todo, sabe escuchar.


De hecho saber conversar no significa acaparar la conversación para volcar en oídos ajenos aquellos asuntos que sólo a nosotros nos interesan. Quien procede así suele rodearse de una barrera de antipatía y de pesadez que muchos no están dispuestos a superar y soportar.

Por el contrario, quienes “se atan al primer clavo que encuentran” son personas que muestran un interés franco por los demás y que les hacen sentirse “importantes” por la sola razón de escucharlos con aprecio. La conversación se vuelve, entonces, en un comentario compartido sobre la propia vida.

Interesarse por los demás es un acto de caridad, un signo de humildad y de grandeza de alma. Quizás, por ello, las personas virtuosas son las que mejor saben conversar. Ojalá que, desde nuestra fe cristiana, sepamos “atarnos a cualquier clavo” para hacer el bien.

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