Autor: Fernando Pascual
Leer, estudiar, dar
conferencias, alcanzar fama. Es un sueño de muchos investigadores, en el camino
humano que avanza hacia el conocimiento de
¿Cómo ocurre esto? Santo Tomás de Aquino (1225-1274) lo explicaba en el prólogo de una obra que tiene como título “In symbolum apostolorum” (Sobre el símbolo de los apóstoles, es decir, sobre el Credo).
En ese prólogo Tomás recuerda que sin fe ninguno puede llegar a ser un cristiano fiel; luego señala 4 beneficios que se obtienen gracias a la fe.
El primero es la unión con Dios. La fe permite una forma de matrimonio entre el alma y Dios, como recuerda el profeta Oseas (Os 2,20), y abre la puerta al bautismo.
El segundo permite iniciar, de algún modo, la vida eterna ya en el tiempo presente. Esa vida no es otra cosa sino conocer a Dios (santo Tomás cita Jn 17,3), y el conocimiento de Dios comienza gracias a la fe.
El tercer beneficio consiste en el poder que adquiere el creyente para dirigir de modo correcto su propia existencia. Nadie consigue una vida buena sin conocer cómo alcanzarla. Dado que tal conocimiento es difícil y requiere mucho tiempo, lo mejor es recibirlo con facilidad, como ocurre a través de la fe.
Aquí se introduce un texto que explica el título de este artículo. En latín, el texto dice: “Et hoc patet, quia nullus philosophorum ante adventum Christi cum toto conatu suo potuit tantum scire de Deo et de necessariis ad vitam aeternam, quantum post adventum Christi scit una vetula per fidem: et ideo dicitur Isai. XI,9: repleta est terra scientia Domini”.
Podemos traducirlo así: “Y
esto es manifiesto, puesto que ninguno entre los filósofos anteriores a Cristo
pudo, a pesar de todo su esfuerzo, conocer tanto sobre Dios y sobre las cosas
necesarias para la vida eterna, cuanto, tras la venida de Cristo, conoce una
mujer anciana a través de
El último beneficio consiste
en vencer las tentaciones que nos llegan o del demonio, o del mundo, o de
Seguramente santo Tomás actualizaría el tercer beneficio con una comparación adaptada a nuestro mundo: una persona humilde, quizá sin estudios, con poca “relevancia” pero con fe, conoce mejor el camino hacia la plenitud, que no un hombre o una mujer famosos, llenos de títulos y de investigaciones, pero sin fe.
¿Quién sabe más, la anciana o el filósofo (o el científico, diríamos hoy)? Sabe más quien recibe un conocimiento que viene desde el mismo corazón de Dios; es decir, conoce mejor quien acoge libremente a Cristo desde un sencillo y grandioso acto de fe.
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