Autor: Fernando Pascual
Los objetos no nos asustan. No tenemos miedo del escritorio, de la pared, de la cama, del bolígrafo. Manejamos con habilidad la computadora, el teléfono, el iPod. Estamos seguros de que funcionará el aparato de música y que encontraremos fácilmente aquella melodía que tanto nos gusta.
Algo parecido podemos decir de nuestro trato con plantas y animales. Es cierto que los seres vivos exigen cuidado y respeto. Puedo dejar caer mis zapatos al suelo, pero no permitiría que nadie diese un golpe brusco a las ramas del ficus del salón de estar. Pero, una vez cuidados según sus necesidades, plantas y animales quedan allí, más o menos “satisfechos”: el geranio permanece siempre disponible a mi mirada, el perro se deja acariciar con un parpadeo de placer profundo, y el canario inicia puntualmente sus cantos acrobáticos.