4 de noviembre de 2024

Sócrates y los políticos de hoy

Autor: Fernando Pascual

Los tiempos cambian, pero hay reflexiones del pasado que sorprenden por su actualidad. Como, por ejemplo, unas sencillas preguntas de Sócrates que pueden ser formuladas también hoy a quienes aspiran a ser gobernantes.

En uno de sus escritos sobre Sócrates, Jenofonte narra el encuentro del famoso ateniense con un joven que aspiraba a ser elegido para una responsabilidad pública.

Ese joven, llamado Glaucón, no había cumplido los 20 años. Se dirigía a la asamblea para convencer a los votantes y así ser elegido como gobernante de Atenas.

Sócrates, según la narración de Jenofonte (cf. "Memorables" III,6), empieza a formular una serie de preguntas al joven sobre aspectos importantes a tener en cuenta a la hora de dirigir la ciudad.

Inicialmente halaga a Glaucón: tiene un deseo noble, que seguramente le procurará fama para sí mismo y para su familia. En seguida le hace ver que quien gobierna tiene como tarea promover bienes para la ciudad.

Uno de esos bienes es la riqueza, la cual aumentaría gracias a los ingresos. Aquí empieza el inquieto Sócrates a hacer preguntas cada vez más incisivas.

¿Conoce Glaucón cuáles son los ingresos actuales de la ciudad y de dónde proceden? ¿Sabe, además, cuáles son sus gastos? Solo con estos conocimientos iniciales un gobernante puede planear las estrategias para aumentar los ingresos y disminuir los gastos.

Glaucón confiesa que no ha pensado en lo anterior, por lo que no tiene muy claro cómo aumentar las riquezas de la ciudad. Para salir del apuro, alude a sus deseos de obtener bienes quitándoselos a los enemigos.

Aquí surgen nuevas perspectivas, porque vencer a los enemigos implica ser más fuertes que ellos. Eso requiere conocer cuáles sean las capacidades militares de Atenas y las de los enemigos. Glaucón, con honestidad, admite no tener clara la situación sobre este punto.

El interrogatorio sigue adelante y no hace falta resumirlo todo. Su actualidad consiste en el hecho de hacer ver a quienes desean ser políticos que necesitan poseer conocimientos básicos sin los cuales resulta prácticamente imposible gobernar a una ciudad (un Estado) de modo correcto y beneficioso.

Si tan solo en las modernas democracias los políticos tuvieran que ser evaluados por sus conocimientos acerca de la situación energética del país, de la seguridad alimentaria, del estado de la agricultura, del sistema de carreteras, del nivel de acceso de la gente a médicos y hospitales de calidad, y una larga lista de aspectos básicos para la vida pública, los votantes podrían elegir mejor según lo que saben (o no saben) los candidatos.

Por desgracia, basta con leer o escuchar a los candidatos a gobernantes para descubrir que un buen número de ellos hablan con términos vagos, con frases más o menos atractivas, y muchas veces con datos confusos y no avalados con estudios serios. Es decir, hacen demagogia y no son capaces de elaborar propuestas sólidas y verificables.

Sería maravilloso que un nuevo Sócrates cuestionase a tantas personas que desean entrar en política para recordarles que asumir el gobierno implica emprender un estudio serio sobre temas claves con los que poder elaborar buenos programas de gobierno.

Porque solo cuando un candidato tenga competencia respecto a lo que hay que saber y, además, sea honesto, podrá presentarse a los votantes con los requisitos mínimos para merecer ser elegido a la tarea de promover la justicia y el bien que tanto necesitan las personas y las sociedades.

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