7 de noviembre de 2016

Contar nuestros días



Autor: Álvaro Correa

Conforme nos acercamos al final de un año, empiezan a saltar estadísticas de los eventos jubilosos que iluminaron nuestras plazas, como también de aquellos tristes que opacaron nuestras ganas de vivir. Unos y otros han quedado escritos en el voluminoso libro de la historia.

Y bien, sólo Dios sabe cuántas personas han partido este año -y todos los anteriores- hacia para la patria eterna. El hecho es que llegamos al mundo desnudos y desnudos lo dejaremos.


¿A qué viene esto? Es simplemente una reflexión que parte de una lista curiosa en la que se recogen los nombres de las celebridades que murieron en este año y que siguen generando ingresos millonarios por la venta de sus discos o libros, de sus dibujos o marcas registradas, etc.

No mencionaremos a estos ilustres difuntos por respeto y porque a ellos ya no interesa para nada ese dinero. Como diría el poeta Horacio: “Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas regumque turres” (La pálida muerte hiere con el mismo pie las tabernas de los pobres y las torres de los reyes).

Es verdad que mientras estamos en este mundo necesitamos de medios para subsistir y para ayudar a nuestro prójimo. Ahora bien, el satisfacer nuestras necesidades desemboca con frecuencia en acumular bienes en demasía. Los platillos de la balanza no encuentran un adecuado equilibrio.

Nos ayude la meditación de nuestro destino final para ganar en caridad y desprendimiento. Recemos con el salmista: “Enséñanos, Señor, a contar nuestros días para que nuestro corazón adquiera sabiduría” (Sal 90, 12).

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