17 de junio de 2019

Mi posible epitafio


Autor: Álvaro Correa

La palabra “epitafio” proviene del griego ἐπί 'encima' y τάφος 'tumba'. Es decir, se trata de la frase que se escribe sobre una tumba para honrar la memoria de un difunto. Gusta que ésta sea en verso, aunque no siempre se observe la métrica poética.

En la cultura latinoamericana se da una concesión que permite esculpir los epitafios con letras teñidas de imaginación y humor, describiendo el paso de una persona a la eternidad de manera amigable y simpática.


En otros ambientes podría parecer una falta de respeto, pero, en este caso no conlleva esa intención. A modo de ejemplo podemos leer una lápida del cementerio de Xcaret, en la Riviera Maya.

Ciertamente no se trata de un cementerio real, pero recoge rasgos relevantes de la cultura tradicional mexicana y de la importancia atribuida al término de la vida.

Dice: “Aquí yace Juan García, que con un fósforo un día fue a ver si gas había y había”… Éste es uno de los 365 epitafios de ese cementerio simbólico, enclavado en el parque.

Quizás excede la brevedad aconsejada de tal manera que el transeúnte pueda leer la frase con un golpe de vista, sin detener su paso.

Y bien, cuando uno se topa con epitafios ajenos, siente escurrir sobre el corazón una gota punzante al pensar qué palabras se deberían escribir sobre la propia tumba… ¿Cabría alguna sugerencia o delegaremos este postrer encargo a nuestros seres queridos?...

A decir verdad, no nos preocupamos por llevar bajo el brazo una última frase que nos despida de esta existencia terrena. Más bien, procuramos que nuestra conducta y modo de proceder sean quienes dicten aquello que se deba escribir.

En este sentido, Jesucristo mismo sigue y seguirá siendo el ideal para todo fiel creyente. El apóstol San Pedro acierta resumiendo la vida de su Maestro en pocas palabras: “Pasó haciendo el bien” (Hch 10,38).

¡Qué maravilloso resumen de una vida plena! Ojalá que, con sus altas y bajas, cada uno de nosotros podamos gastar nuestro hilo de tiempo haciendo el bien, pensando bien, hablando bien, queriendo bien…

A fin de cuentas Dios nos ha concedido participar de su bondad y no queremos otra cosa sino corresponderle humilde y agradecidamente. Pisemos sobre las huellas de Jesús para “pasar haciendo el bien”.

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