3 de junio de 2019

Vencer el desaliento


Autor: Álvaro Correa

Querer que nuestra vida siga una línea ascendente, saltando de triunfo en triunfo, sin perturbación alguna, resulta poco menos que un sueño irreal. Nuestra naturaleza no es angelical, sino hermosa y dramáticamente humana.

Con el don divino de nuestra existencia inicia la carrera personal de la superación y de ese esfuerzo ininterrumpido para lograr todo aquello que nos propongamos, sea tan sencillo como atarse los zapatos, sea tan grandioso como el amar y entregarse entrañablemente al bien de la propia familia.


Para ello, es de vital importancia contar con el motor encendido de motivaciones suficientes que nos impulsen a lograr lo mejor de nosotros mismos, aprovechando las ocasiones favorables y venciendo las dificultades que se presenten en el camino.

Debemos contar con ánimo juvenil, con ilusión renovada, con el optimismo de quien sabe que la vida es siempre una posibilidad abierta.

Es cierto que el desaliento se puede presentar porque no siempre logramos estar a la altura de nuestras metas o de las expectativas ajenas. Y su influjo, bien lo sabemos, se hace sentir pesadamente.

El desaliento nos arrebata el ánimo, enrarece el aire que respiramos, entenebrece los horizontes y toca con dedos envenenados las arterias de nuestra alma y corazón. Alguien afirma que el desaliento es la razón de la gran mayoría de los fracasos humanos.

Recemos cada día con fervor para que Dios nos conceda la ilusión que abraza toda existencia humana y para que el desaliento se quede en tentación vencida.

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