30 de septiembre de 2019

Lugares peligrosos


Autor: Álvaro Correa

Hay lugares de la tierra que quizás nunca visitaremos, no tanto por su lejanía, sino por su peligrosidad. Son rincones del globo que las agencias de turismo evitan promocionar y cuyo acceso o está prohibido o severamente restringido por las autoridades locales.

Podemos elencar los siguientes:
1) La puerta del infierno en el desierto de Karakum en Turkmenistán, que arde sin cesar a 400ºC.
2) El Maelstrom Saltstraumen de Noruega cuyos remolinos se tragan todo en una corriente trituradora.
3) El Lago hirviente de Dominica cuyas aguas volcánicas burbugean a 92ºC.
4) El Poison garden en Alnwick, Inglaterra, que alberga más de 100 tipos de plantas venenosas.
5) La Isla da Queimada Grande a 150 km de la costa de São Paolo en donde viven entre 2000 y 4000 serpientes venenosas, unas 5 por metro cuadrado.
6) El Parque Nacional Tsingy de Bemeraha en Madagascar cuyos pináculos son afilados como navajas...


Hasta aquí una lista que se podría extender como acordeón. Son lugares peligrosos, pero, la verdad es que muchas personas se sienten especialmente atraídas por su rara belleza y sus perfiles únicos.

Es posible que la mayoría de los hombres sólo los conoceremos por medio de fotografías o algún documental. Escapan a nuestras manos.

Ahora bien, uno quisiera que en el mundo no hubiera nada peligroso, pero la naturaleza en que vivimos, no obstante su imponente majestuosidad, ni es el paraíso, ni el jardín del Edén. Toda ella es una mezcla de increíble esplendor y de amenaza encubierta.

En contraste con todo lo dicho, uno se admira constatando que en esos lugares “peligrosos” mueren muchísimas menos personas que en algunos de nuestros barrios o calles del vecindario. Un hombre sin control resulta ser de mayor riesgo que la garganta oscura y resbaladiza de una gruta.

¿Cuál es el lugar más peligroso del planeta? Si la respuesta se aplica pensando en uno mismo, quizás no sea el cráter de un volcán ni los remolinos de un río caudaloso, sino ese cruce de calles donde se consume droga, o esa discoteca cerca de casa que frecuentan jóvenes de alma vacía, o esas ciudades conflictivas cuyos niños no han podido saborear el pan de la paz.

Dios nos conceda poder aportar una gota de alivio para nuestra humanidad, pues gota a gota se llena un pozo de agua fresca.

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