7 de octubre de 2019

Lenguaje triunfalista, lenguaje realista


Autor: Fernando Pascual

El triunfalista dice: hemos llegado a un cambio radical. No hay marcha atrás. El progreso ha decidido el resultado. Los que no lo aceptan quedan superados. Los que lo comprenden avanzan, victoriosos, con la historia.

El realista dice: estamos ante cambios serios. No sabemos cuánto durarán. Tampoco hay elementos para reconocer si vamos hacia lo mejor o hacia lo peor. La prudencia nos exige mantener los ojos abiertos y observar los hechos.

Curiosamente, los triunfalistas tienen mucho espacio y se expresan con seguridad sorprendente. Incluso en ámbitos donde se esperaría un poco de sentido común, no faltan voces que dicen que tal reforma o proceso son irreversibles.


Quienes tienen ese sentido común que alababan autores como Chesterton saben que nunca una batalla cierra un ciclo, ni una vacuna termina con las enfermedades, ni el nuevo aparato electrónico decidirá para siempre nuestro futuro.

Porque basta un terremoto, un fanático populista o un programa contra ciertos desarrollos técnicos, para que no solo "volvamos" hacia atrás, sino que incluso la situación llegue a ser mucho peor que antes.

Por eso, resulta necesario dejar de lado el lenguaje triunfalista. Lo seguirán usando (en eso parecen inamovibles) los sofistas y los demagogos de nuestro tiempo como lo usaron en tantos otros momentos del pasado. Pero esperamos que sus discursos llenos de exaltación febril engañen a pocos.

En cambio, el lenguaje realista merece ser acogido con gratitud y promovido por quienes honestamente buscan apartarnos de ilusiones engañosas y mirar a la vida con todos sus misterios y sus riquezas.

En esa vida concreta, hay quienes toman decisiones equivocadas e inician procesos que dañan. Pero existen, gracias a Dios, espacios para el arrepentimiento, que permiten reconocer los propios errores y corregir la ruta cuando lo exija el bien común, la justicia y, sobre todo, la caridad.

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