4 de julio de 2012

“Yo te quiero”


Durante la guerra de secesión en EE.UU., Harriet Becheer nos relata en su novela, La cabaña del tío Tom, la historia de una niña morenita llamada Topsy, que había sido comprada por el Sr. St. Clare para regalársela a su prima, la Srita. Ophelia, con el fin de educarla de acuerdo a los métodos evangélicos de aquel entonces.

Su primo se la compró para probar sus habilidades como buena educadora, ya que ella pretendía establecer una nueva forma pedagógica en la cual la violencia no fuera utilizada como opción.

Al pasar el tiempo, ella se dio cuenta de que educar a la pequeña Topsy era una tarea difícil, ya que por más que la regañaba y castigaba, no conseguía que se estuviera quieta y mucho menos que aprendiera la apacible labor de bordar y leer los evangelios durante las horas de su estudio.

Desesperada ante su conducta, se dirigió hacia ella y le preguntó: «¡Topsy!, ¿qué te hace actuar así?».

Ella le respondió: «No lo sé, amita, supongo que es por lo mala que soy. Si quiere educarme tendrá que azotarme, ya que no estoy acostumbrada a trabajar si no me azotan». Desconcertada ante esta respuesta, dejó que se marchara.

La niña, olvidando el asunto, entró en la habitación de Eva, la hija de St. Clare, que estaba muy enferma.

Ella amablemente le preguntó: «¿Qué te hace ser tan mala, Topsy? ¿Por qué no intentas ser buena? ¿No amas a nadie?».

De muy mala gana, la niña le contestó: «Nunca he conocido el amor, porque nadie me ha amado. Para ser amada por alguien, necesito convertirme en una blanca como tú, porque nadie puede soportar a una negra como yo».

Eva, con un súbito estallido y poniéndole su manita en el hombro, le responde: «¡Ah, Topsy, yo te quiero! Te quiero porque no has tenido padres ni hermanos y, sobre todo, porque has sido una niña pobre y maltratada. Yo te quiero y quiero que seas buena. ¿Sabes?, estoy muy enferma y no creo que vaya a vivir mucho tiempo, pero quisiera que intentaras ser buena por mí; me quedaré poco tiempo contigo».

Los redondos y vivaces ojos de la niña negra al escuchar estas palabras se llenaron de lágrimas. Lo único que pudo gimotear fue: «¡Oh querida señorita Eva! Lo intentaré; nunca me había importado nada antes».

Como a Eva, nos toca romper los prejuicios que llevamos dentro para ver con el cristal de la comprensión y la caridad, la necesidad que se oculta en el interior de las personas que nos rodean. No es una tarea fácil, pero tampoco imposible.

Tenemos que entregarnos con un corazón dispuesto a ayudar sin dejarnos engañar por las apariencias y menos aún por los defectos o cualidades que tenga una persona.

La gente necesita de ti, como tú necesitas de ellos. El ser humano no puede existir sin la ayuda de los demás.

Démonos cuenta de que el fruto de nuestra entrega a los demás es muy satisfactorio, porque desde una palabra de aliento, un pequeño acto de caridad y hasta un buen testimonio, puede cambiar la vida de una persona.

La conversación no termina ahí. La hija de St. Clare le recuerda algo muy importante y motivador: «¡Pobre Topsy! ¿No sabes que Jesús nos ama a todos por igual? Tiene tantas ganas de quererte a ti como a mí. Te quiere igual que yo, sólo que más, porque Él es mejor que yo. Él te ayudará a ser buena, y podrás ir al cielo al final, y ser como un ángel para siempre, más blanca que yo».

Bien hecho, Eva. Tú eres una gran educadora, le has enseñado a la Srita. Ophelia que la educación es igual a comprender y amar a los demás como son. Además, le mostraste a esa pobre niña algo que tú descubriste, o mejor dicho, que te fue revelado: el saber que Dios te ama y que lo hace a través de su Hijo, Jesucristo. Él fue tu fuente de amor, del cual te llenaste tanto que tuviste la necesidad de compartirlo a los demás, porque era demasiado para ti solita.

Gracias por tu buen ejemplo que nos hace darnos cuenta de que podemos cambiar al mundo si practicamos esta palabra en serio: Amar.

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