Autor:
Fernando Pascual
El
día de bodas, una gran fiesta. Pasan los meses, pasan los años. Se produce la
ruptura: ella o él deja el hogar y termina la convivencia.
La
parte abandonada sufre cuando tiene fe y cree en el matrimonio que dura hasta
la muerte. Por eso, desde la gracia de Cristo, se mantiene fiel, busca caminos
para la reconciliación, espera rescatar la vida conyugal.
Pero
muchas veces la otra parte no regresa. En ocasiones, inicia una nueva
convivencia, con o sin divorcio; o consigue que se declare el divorcio para
luego reconocer civilmente su relación con otra persona.
¿Qué
puede hacer, entonces, la parte abandonada? La esposa o el esposo que saben lo
que significa el matrimonio, encontrará fuerzas para mantener la propia
fidelidad a pesar de todo.
Parece
algo heroico, y en cierto modo lo es. Lo cual no es algo nuevo, pues en su
misma naturaleza toda la vida cristiana es heroísmo; un heroísmo posible por la
fuerza que viene de lo alto, por la presencia viva de Cristo y la paz que
ofrece el Espíritu Santo.
¿Son
pocos las esposas y los esposos heroicos? Quizá, pero llegan a ser muchos allí
donde quienes han sido abandonados rezan, miran al cielo, encuentran consuelo
en los sacerdotes y en la comunidad parroquial.
Sobre
el tema, vale la pena recordar lo que escribió san Juan Pablo II en 1981: “es
obligado también reconocer el valor del testimonio de aquellos cónyuges que,
aun habiendo sido abandonados por el otro cónyuge, con la fuerza de la fe y de
la esperanza cristiana no han pasado a una nueva unión: también estos dan un
auténtico testimonio de fidelidad, de la que el mundo tiene hoy gran necesidad.
Por ello deben ser animados y ayudados por los pastores y por los fieles de la
Iglesia” (exhortación apostólica post-sinodal “Familiaris consortio”, n. 20).
En
estas situaciones tan dolorosas, los cónyuges abandonados sentirán un especial
consuelo si recuerdan lo dicho por san Pablo: tal vez con su espera heroica
están ayudando a salvar a la otra parte (cf. 1Co 7,10-16).
Más
allá de las indiferencias de familiares, amigos o conocidos, las esposas y los
esposos heroicos ofrecen un testimonio maravilloso, especialmente a otros
matrimonios que viven en dificultad. Sobre todo, lanzan un mensaje especial a
quienes un día abandonaron su hogar y necesitan ayuda para reconocer su pecado.
Sólo
entonces quienes rompieron su matrimonio podrán reemprender un camino de
reconciliación con Dios y con quienes les esperan, con la puerta siempre
abierta, en su verdadero hogar.
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