Autor: Max Silva Abbott
La verdad es que a esta altura, hay que
ser muy ingenuo para no darse cuenta que el intento por regular el mal llamado
“aborto terapéutico”, es solo la cabeza de playa para lograr el aborto libre en
Chile, financiado por el Estado y contra el cual no pueda ejercerse la objeción
de conciencia.
Los argumentos para refutar las causales
han sido repetidos mil veces, pero eso no importa a sus promotores: casi no hay
muertes por embarazos (con lo cual mal puede ser un problema de “salud
pública”), y existen otros mecanismos lícitos para combatirlas; de una
violación casi no surgen embarazos, salvo que sea una situación reiterada de
abuso, sin contar con los efectos del síndrome post-aborto; y que la
inviabilidad del no nacido, además de depender de un diagnóstico falible,
valora a las personas por su salud, no por lo que son.
Lo anterior significa que los verdaderos
motivos hay que buscarlos en otro sitio. Y uno de esos motivos es, claramente,
la concepción que se tenga sobre la sexualidad. Así, si ella es entendida
prioritariamente como algo lúdico (es cosa de ver el éxito que ha tenido “Las
cincuenta sobras de Grey”), el aborto terminará siendo visto sólo como un
método anticonceptivo más, como otro mecanismo para evitar que se produzca lo
que muchos consideran una “falla” de la sexualidad: la procreación.
Lo anterior significa que para varios de
sus promotores, la naturaleza no solo se habría equivocado en este punto, sino
que de manera más profunda, es necesario modificar la realidad, en caso que
algún aspecto de ella contraríe sus deseos o apetencias. En este caso, y
mediante complejos ejercicios semánticos, se pretende obviar lo fundamental y
más importante: qué –o mejor quién– es el no nacido.
De hecho, a tal punto ha llegado este
afán dominador y manipulador de la realidad, que pese a los aplastantes
argumentos aportados por la ciencia, se sigue negando lo evidente: la
pertenencia del no nacido a la especie humana y por tanto, su condición de
persona, o si se prefiere, de un igual, de “otro yo”. De esta manera, se buscan
mil argucias para cosificarlo a fin de poder deshacerse del mismo llegado el
caso. Y eso que por otro lado, se vocifera furiosamente contra la
discriminación.
Es por eso que la actual arremetida en
pos del “aborto terapéutico” es solo el primer paso, la cuña que pretende
meterse en la ciudadela que defiende la vida, para ir ampliándola sin
misericordia. Vendrán luego, primero con plazos y luego sin ellos el aborto
libre, la eutanasia y tal como ya está ocurriendo en algunos países de Europa,
el infanticidio. ¿Seguiremos el mismo camino?
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