Autor: Fernando Pascual
Hay
quienes presentan el aborto provocado como un acto médico, por lo que deducen
consecuentemente que merecería ser estudiado como tal en la carrera de medicina
y ofrecido a la gente como un servicio sanitario.
¿Es
correcto este modo de ver el aborto? Para responder, conviene recordar qué
significa la medicina y qué es un acto médico.
La
medicina surge como una actividad humana orientada a la ayuda de los enfermos.
Uno de sus principales fines consiste en curar, devolver la salud a quien la
pierde. Otro fin, no menos importante, es aliviar el sufrimiento. Y también
suele ser visto como parte de la medicina el prevenir las enfermedades.
Los
actos que corresponden a los fines enumerados serían actos médicos. Por
ejemplo: ofrecer un tratamiento contra el cáncer, desinfectar una herida, dar
calmantes para el dolor de cabeza, vacunar contra la gripe.
El
aborto provocado, ¿sería un acto médico? En otras palabras, ¿qué se cura o qué
males sanitarios se evitan al provocar un aborto? ¿Se logra un bien para la
vida y salud de la madre, a la que se suele dar una importancia especial en
este tema? ¿Y qué ocurre con el hijo eliminado en cada aborto?
En
el aborto intencionado, también llamado interrupción voluntaria del embarazo,
la acción se dirige directamente a provocar la muerte de un ser humano en sus
primeras etapas de desarrollo. En otras palabras, un hijo es eliminado antes de
nacer.
Se
dirá que tal eliminación busca un bien: salvar la vida de la madre, evitar
daños en su salud física, tranquilizarla en su vida psíquica, o simplemente
satisfacer su deseo de interrumpir el embarazo porque no desea tener ese hijo.
Esos
motivos no “borran” el hecho que ocurre en cada aborto: una vida humana es
destruida, se impide su desarrollo natural. Es precisamente este hecho el que
lleva a la pregunta: ¿es un acto médico acabar con una vida humana antes de su
nacimiento?
La
respuesta es, sencillamente, no. La medicina no tiene entre sus fines matar a
alguien. Ciertamente, no han faltado en el pasado y en el presente quienes han
usado conocimientos y técnicas (fármacos, instrumentos) de la medicina para
provocar la muerte de seres humanos. Pero tal uso no corresponde a la verdadera
naturaleza de la medicina, sino a un abuso de la misma.
Alguno
objetará que existen situaciones en los que el aborto responde a una necesidad
sanitaria: hay bastantes casos en los que el desarrollo embrionario pone en
peligro la salud y la vida de la madre. Pero se puede responder que un acto orientado
a provocar la muerte de un hijo no queda justificado éticamente por los
beneficios que tal acto produzca en la madre o en otros.
Ello
implica, precisamente como parte de la finalidad y de la deontología médica,
hacer todo lo posible por el bien de la madre, incluso cuando algunas
intervenciones sanitarias en situaciones de grave riesgo para la vida de la
mujer, puedan implicar, como consecuencia indirecta y no deseada, la muerte del
hijo. Pero este tipo de intervenciones no son directamente abortivas y, por lo
mismo, respetan la finalidad médica.
El
aborto provocado, por lo tanto, no es un acto que respete los fines de la
medicina, aunque sea llevado a cabo con instrumentos y con conocimientos
propios de una disciplina noble y benéfica. Porque esa disciplina tiene que
respetar su propia identidad, en vistas al bien de cada ser humano, también del
más pequeño e indefenso: el hijo en el seno de su madre.
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