11 de noviembre de 2019

Rozando las púas del vecino


Autor: Álvaro Correa

Arthur Schopenhauer echa mano de una fábula en su obra “Parerga y Paralipómena” para comentar las dificultades de trato que se suscitan en cualquier convivencia con los demás. Escribe:

“En una noche oscura y fría, algunos erizos descubren que si se juntan tienen menos frío. Se acercan cada vez más, pero son erizos y se pinchan unos a otros. Asustados, se apartan. Cuando se alejan, se lamentan de haber perdido el calor, pero al mismo tiempo temen pincharse.


Pasado un tiempo, y vencido el miedo, vuelven a juntarse y se pinchan de nuevo. Así siguen durante algún tiempo, hasta que descubren una distancia que les permite darse calor sin pincharse”.

Una interpretación sencilla de esta fábula es que cuanto más frecuente y cercano es el trato más fácilmente se pueden dar roces y provocar molestias; pensemos en la relación con los propios familiares y amigos. Y, por el contrario, cuanto más nos alejamos de ellos, más se crea una capa de hielo que enfría nuestro afecto y estima mutuos.

¿Qué hacer? La moraleja es obvia. Se trataría de encontrar un punto intermedio que consienta cultivar una cercanía cariñosa y necesaria, pero que, al mismo tiempo, observe un espacio de respeto.

Claro que suena fácil y, como dicen los italianos: “Tra il dire e il fare c’è di mezzo il mare”. Es decir, que entre el decir y el hacer media de por medio el mar…

Aplicar la moraleja exigirá esfuerzo, interés y la mejor voluntad, saber perdonar y acercarse… Ahora bien, si unos erizos lo aprendieron, cuánto mejor nosotros, dotados de razón y un gran corazón.

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