Autor: Fernando Pascual
Los actos humanos introducen novedades en el mundo. Generan
procesos. Producen bienes o males. Tienen consecuencias.
Esas consecuencias a veces son previstas. Sé que si envío ese
mensaje habrá alguien que se enfadará. Sé que si hoy no pago esta factura
mañana en la tienda me tratarán peor (o al menos con poca simpatía).
En otras ocasiones las consecuencias son imprevistas. Por más que pensemos y que intentemos calcularlo todo, nuestras acciones llevan a resultados que nunca habríamos ni sospechado.
Por eso, la vida de cada ser humano encierra un misterio que
escapa a nuestro control. Porque con aquel silencio ayudamos a una persona sin
haberlo planeado. Como también con aquel cambio de ruta provocamos un grave
accidente de tráfico.
Ese misterio no debe paralizarnos: la opción cobarde de
actuar lo menos posible también tiene sus consecuencias. Por eso, necesitamos
reflexionar bien las cosas antes de decidir, con la conciencia de que luego, lo
que ocurra, en muchas ocasiones será imprevisible.
Buscar el bien es un deseo noble que vale la pena promover
entre los seres humanos. En esa búsqueda del bien se incluye el esfuerzo por
evitar consecuencias dañinas, para uno mismo o para los otros, aunque no
siempre logremos evitarlas.
Cuando, tras un acto sopesado con prudencia, nos encontremos
ante consecuencias extrañas, imprevistas, no nos asustemos. Cuando resulte
posible, buscaremos paliar los daños y pedir perdón, aunque en muchas ocasiones
no haya habido ninguna culpa por nuestra parte.
Al revés, cuando nos encontremos inesperadamente con
resultados positivos que tampoco fueron previstos, demos gracias a Dios que
permite esas pequeñas sorpresas que alivian la vida humana y nos ayudan a
intuir que, al final del camino terrestre, nos espera una dicha “imprevista”:
la del cielo que recibe a quienes buscan hacer el bien, piden perdón, y se
dejan abrazar por la misericordia divina...
No hay comentarios:
Publicar un comentario