12 de julio de 2013

Honradez y felicidad

Autor: Bosco Aguirre

Sócrates tuvo serias dificultades para convencer a Glaucón y a Adimanto de que el hombre honrado es feliz. Porque para mucha gente, ayer, como hoy, justicia y felicidad parecen correr por líneas paralelas.

También Kant pensó que los principios de la moral se separan de los principios de la felicidad. Luego intentó “arreglar” su sistema al decir que los honestos son dignos de la felicidad, aunque no la consigan en esta vida.

¿Es legítimo preguntarse si la honradez nos hace felices? ¿No sería mejor reconocer que no hay verdadera felicidad sin justicia, sin valores auténticos, sin principios buenos, sin virtudes constantes?

El problema sigue en pie. En un mundo en el que desgracias imprevistas o crisis anunciadas provocan mareas de lágrimas y confusión en los corazones, la vida de quienes buscan ser honestos brilla de una manera especial, pero no deja de pasar por momentos duros de prueba.

¿Por qué? Porque la mujer y el hombre honesto cumplen su vocación humana de un modo mucho más hermoso y más grande que quienes trampean para satisfacer sus ambiciones egoístas.

La honradez lleva, entonces, a una forma superior de felicidad. Ya aquí en el mundo terreno, con la paz de la conciencia de quien ha dejado de lado caprichos pasajeros para asumir los deberes cotidianos. Y también en el horizonte de lo eterno, como intuyeron, de maneras distintas pero con conclusiones parecidas, Platón y Kant.

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