17 de julio de 2013

Los misteriosos caminos de la historia

Autor:  Fernando Pascual

Después de los hechos llegan las explicaciones. Una batalla se ganó (y se perdió, según donde se mire) por la estrategia seguida, por la moral o falta de moral de las tropas, por los aciertos o los errores de los políticos, por la coyuntura económica (buenas o malas cosechas, eficaz o desastrosa administración de los gastos militares).

Un país se arruinó por su mala gestión económica, por la ineficacia de la clase política, por las ambiciones de algunos empresarios, por un uso excesivo del derecho a la huelga.

Un joven triunfó en sus estudios y en su trabajo porque tenía una gran voluntad, porque su inteligencia era enorme, porque le ayudaron familiares y amigos, porque encontró buenos profesores, porque acabó su carrera justo en el mejor momento para la economía de su patria.

Cuando miramos hacia el futuro, quisiéramos tener en la mano todos los hilos y los factores que tejerán los distintos acontecimientos. Pero notamos que el mundo es muy complejo, que no conocemos bien los detalles de la situación presente, que los hombres y mujeres no deciden muchas veces según habíamos previsto.

Detrás de ese camino incierto y apasionante del vivir humano hay incertezas y misterios. Nos sobrecoge, de modo especial, la fecundidad y miseria de la libertad humana, capaz de sucumbir a las pasiones más infames o de elevarse según ideales nobles y proyectos de justicia.

Lo que decida un hombre o una mujer, desde sus reflexiones personales o según los consejos (buenos o malos) de otros, puede cambiar el curso de la historia e iniciar un recorrido imprevisto y lleno de insidias o de esperanzas. Luego, los que nazcan y crezcan en las situaciones del mañana, tomarán en sus manos un legado prometedor o sumamente complicado, y buscarán cómo orientarlo hacia metas nuevas, mejores o peores que las del pasado.

Así sigue la marcha humana, con su ritmo incontenible. Caminamos hacia horizontes que no alcanzamos a comprender ahora, y que culminan, para cada ser humano, en ese momento de la muerte y en lo que inicia más allá de la frontera terrena. Lo malo no pasará el test del juicio de un Dios que pidió bondad y justicia. Lo bueno será acogido, para siempre, en un cielo donde sólo queda lo que amamos.

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