Autor: Fernando Pascual
Es propio de algunas
personalidades patológicamente obsesivas y ajenas a cualquier principio ético
defender que todo vale para conseguir la propia victoria.
Es así como actuó Lenin a la
hora de buscar, por todos los medios posible, el triunfo de la “revolución
bolchevique”, aunque para ello hubiese que preparar campañas llenas de
calumnias contra sus enemigos.
Como botón de muestra,
podemos recordar cómo Lenin denigró y destruyó a los miembros de un comité
creado para ayudar a millones de personas afectadas por el hambre.
Corría el año 1921. Como
consecuencia de la guerra civil, de las revueltas de los campesinos, de las
expropiaciones, de las represiones, y de malas cosechas, iniciaba un periodo de
hambre que, en sus momentos peores (verano de 1922), llegaría a afectar a cerca
de 30 millones de personas, y que provocó unos 5 millones de víctimas entre
1921 y 1922.
Ante el inicio de la
catástrofe, un grupo de personas pidió permiso a las autoridades comunistas
para organizar lo que fue conocido como “Comité Pan-Ruso de Ayuda a los
Hambrientos”. Entre esas personas había economistas, agrónomos, escritores,
médicos. También participó en el grupo una conocida política y periodista llamada
Yekaterina Kuskova.
El permiso del gobierno
bolchevique llegó el 21 de julio de 1921. El Comité se puso a trabajar de
inmediato. Consiguió el apoyo de la Iglesia ortodoxa rusa y de varios
organismos internacionales: la
Cruz Roja, la American Relief Association
(ARA), y los cuáqueros, entre otros.
Lenin, sin embargo, odiaba a
aquel grupo de personas. Pocas semanas después de la autorización del Comité, y
ante los logros que estaba consiguiendo, decidió suprimirlo sin piedad. La
orden que firmó para ello habla por sí misma de sus métodos:
“Propongo hoy mismo, viernes
26 de agosto”, escribió Lenin, “disolver el comité (...) Detener a Prokopovich
por intenciones sediciosas (...) y mantenerlo tres meses en prisión (...)
Expulsar de Moscú inmediatamente, hoy mismo, a los otros miembros del comité,
enviarlos, por separado unos de otros, a capitales de distrito, si es posible
fuera de la red ferroviaria y en residencia vigilada (...) Publicaremos mañana
un comunicado gubernamental y seco en cinco líneas: Comité disuelto por negarse
a trabajar. Dar a los periódicos la directiva de comenzar desde mañana a cubrir
de injurias a la gente del comité. Hijos de papá, guardias blancos, dispuestos
a ir de viaje al extranjero, pero mucho menos a viajar por provincias, ridiculizarlos
por todos los medios y hablar mal de ellos al menos una vez por semana durante
dos meses”.
Al día siguiente, 27 de
agosto de 1921, el Comité era disuelto. La “prensa” empezó su trabajo de
denigración con profesionalidad y con celo nada envidiables.
Como botón de muestra,
podemos ver algunos títulos: “No se juega con el hambre” (Pravda, 30 de
agosto de 1921). “Especulaban con el hambre” (Komunisticheski Trud, 31
de agosto de 1921). “El comité de ayuda... a la contrarrevolución” (Izvestia,
30 de agosto de 1921).
Gracias a aquella iniciativa
de quienes, según los titulares, “jugaban con el hambre del pueblo”, se llegó a
poner en marcha un plan de ayudas que, en la fase crítica de 1922, consiguió
alimentar diariamente a unas 11 millones de personas.
Pero la mano de Lenin no
había quedado satisfecha con el golpe dado contra el Comité en agosto de 1921.
Un año después, cuando en otoño de 1922 fueron emanadas una serie de
disposiciones contra los intelectuales (la “intelliguentsia”), los primeros en
ser desterrados fueron, precisamente, los miembros del disuelto Comité...
Si añadimos, por la
proximidad temporal, lo que hizo entonces el padre de la revolución soviética
contra la Iglesia ortodoxa, entenderemos a lo que puede llegar un corazón
dispuesto a aniquilar a las personas con tal de defender sus ideas desde una
obsesión maquiavélica.
¿Cuál fue la estrategia usada
contra los ortodoxos? Aprovechar el hambre de la gente para denigrarlos y
perseguirlos. Una carta de Lenin, dirigida al Buró político en marzo de 1922,
refleja este modo de actuar:
“Precisamente ahora y
solamente ahora la inmensa mayoría de las masas campesinas puede apoyarnos o,
más exactamente, puede no estar en condiciones de apoyar a ese puñado de
clericales Cien Negros y de pequeñoburgueses reaccionarios (...) Podemos, así,
proporcionarnos un tesoro de varios centenares de millones de rublos-oro
(¡soñad en la riqueza de los monasterios!). Sin ese tesoro, ninguna actividad
estatal en general, ninguna realización económica en particular, y ninguna
defensa de nuestras posiciones es concebible. Debemos, cueste lo que cueste,
apropiarnos de ese tesoro de varios centenares de millones de rublos (¡quizás
de varios miles de millones de rublos!). Todo indica que no alcanzaremos
nuestro objetivo en otro momento, porque solamente la desesperación generada
por el hambre puede acarrear una actitud benévola, o al menos neutra, de las
masas en relación con nosotros (...) También, llego a la conclusión categórica
de que es el momento de aplastar a los Cien Negros clericales de la manera más
decisiva y despiadada, con tal brutalidad que se recuerde durante décadas”.
La aplicación de estas
consignas, secundadas por los colaboradores de Lenin provocaron, como resultado
en los meses de marzo a mayo de 1922, un gran número de asesinatos: 2691
sacerdotes, 1962 monjes y 3447 monjas.
Mientras los dirigentes
comunistas conseguían millones y millones de rublos de los “tesoros” de la
Iglesia, miles de campesinos morían de hambre.
Muchos otros, a pesar de la ceguera
de unos gobernantes que hablaban de “revolución” y de conquistas del comunismo,
pudieron sobrevivir gracias a la ayuda de donativos que procedían de creyentes
que en Rusia y en el extranjero tenían no la fuerza de las armas y las
mentiras, sino simplemente la certeza de la fe en Jesucristo y un deseo sincero
por socorrer a los más necesitados.
(Los documentos que recogen
los textos y datos aquí mencionados se encuentran en el siguiente trabajo:
Nicolas Werth, “Un Estado contra su pueblo. Violencia, temores y represiones en
la Unión Soviética”,
recogido en “El libro negro del comunismo”, obra colegial publicada en francés
en 1997 y traducida al español en 1998).
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